CEIP «La Romanilla» de Roquetas de Mar |
Nadie sabía que la clase de la
señorita Cristina era una clase de valientes. ¿Por qué eran valientes? porque
solo los niños sin miedo pueden correr una aventura tan peligrosa. ¿Os la
cuento?
Esta historia empieza muy lejos
de su colegio, «La Romanilla», de Roquetas de Mar pues se encontraban de excursión en
Tablizas, un pueblo de Asturias que está cerca de la Reserva Natural de
Muniellos. Sonreían emocionados al saber que, en aquel bosque, habitaban osos,
lobos, corzos, jabalíes, águilas y muchos otros animales que no se encuentran
por Almería.
Era una luminosa mañana de otoño;
sin embargo, una neblina plateada cubría las cimas de las montañas, y conforme
se adentraban en el robledal, el arbolado se hacía más denso y oscuro.
—Estos árboles son muy grandes…
—murmuró LAURA—, seguro que son más altos que un bloque de cinco pisos.
—Las ramas no dejan ver el cielo,
es tan misterioso que impresiona un poco —confesó sobrecogida DALILA—, huele a
hoja mojada y a setas.
— ¿Conocéis el nombre de los árboles?
Estos son robles, aquel de allí, un haya; cerca de aquella roca veo un abedul
—iba señalando Cristina—, también, encontraremos avellanos, serbales, pinos,
fresnos, acebos…
— ¿El acebo es el de las bolitas
rojas que ponen en las decoraciones de Navidad? —interrumpió JAIME muy
interesado en temas de Botánica.
—Pues sí, pero es mejor que no
las cojáis—contestó Cristina —, porque esas bayas son el alimento de los
urogallos y están en peligro de extinción, quedan muy pocos.
— ¡Anda, qué árbol tan inmenso! —exclamó asombrado IKER—. ¡Venid!
— ¡Anda, qué árbol tan inmenso! —exclamó asombrado IKER—. ¡Venid!
—Es un tejo. Cogeos de la mano y
rodead el tronco. A ver cuántos niños se necesitan —propuso la señorita.
—Uno, dos, tres, cuatro… —contaba
AURORA—, nueve, seño. ¡Hala, qué gordote es!
—Es grueso y viejísimo, muchos tejos pasan de los mil años, algunos ya estaban aquí cuando llegaron los romanos. En la antigüedad se creía que el tejo era un árbol mágico. ¿Sabíais que sus hojas, ramas y tronco son venenosas y que pueden matar a una persona? sin embargo, de ellas se extrae una sustancia para fabricar medicamentos contra el cáncer.
—Es grueso y viejísimo, muchos tejos pasan de los mil años, algunos ya estaban aquí cuando llegaron los romanos. En la antigüedad se creía que el tejo era un árbol mágico. ¿Sabíais que sus hojas, ramas y tronco son venenosas y que pueden matar a una persona? sin embargo, de ellas se extrae una sustancia para fabricar medicamentos contra el cáncer.
Los chicos, sorprendidos, abrieron
mucho los ojos; se quedaron callados mirando aquel bosque tan especial lleno de
árboles centenarios, mágicos, venenosos y curativos a la vez. La brisa, escondiéndose
entre las hojas, las agitaba y levantaba un murmullo; entonces, parecía que el
robledal les estuviera hablando en un extraño y olvidado lenguaje.
Siguieron andando, cruzaron un
puente de madera sobre un arroyo de agua muy transparente y fría, luego
atravesaron un pequeño hayedo y, al final de la mañana, llegaron a un prado cubierto
de anémonas y de otras flores de colorines que desprendían un perfume dulzón.
Como todos estaban cansados y
hambrientos, se sentaron a almorzar en silencio, solo se escuchaba el trino de los
pájaros y un extraño trrrr, trrr, trrr.
— ¿Habéis oído? —dijo CÉSAR que
tiene un oído extraordinario.
—No, yo no oigo nada más que ese repiqueteo.
Estoy seguro de que ese trrr, trrr, trrr es de un pájaro carpintero golpeando
un tronco —contestó VÍCTOR, el experto en aves.
—Yo sí que escucho algo distinto,
es como si alguien se quejara, parece un lamento —especificó ISABELLA
concentrándose en aquel sonido intrigante.
—Quizás son los duendes del
bosque. ¡Uuuh! —bromeó BLANCA.
—A lo mejor ISABELLA y CÉSAR
tienen razón, como son invidentes su oído es más fino y pueden captar sonidos que
nadie más oye. Vamos a ver qué es. Decidnos por dónde tenemos que ir —propuso IVÁN
dispuesto a explorar.
Y VÍCTOR, BLANCA, IVÁN, CAROLINA, LAURA, JULIO, AMIR, LAIA, SUSANA, ERICK, SOFÍA, YASSMIN, TAREK y ELENA se
fueron con ISABELLA y CÉSAR a investigar.
Rodearon una pequeña charca y se
metieron en un abedular, subieron unas rocas, y desde allí arriba otearon el
horizonte. Abajo, en una hondonada, divisaron dos animales.
— ¡Mirad!.... ¡allá abajo, al lado de los endrinos, hay dos perros! —señaló JULIO muy excitado.
— ¡Mirad!.... ¡allá abajo, al lado de los endrinos, hay dos perros! —señaló JULIO muy excitado.
Un animal lamía la pata del otro,
que estaba echado y se quejaba con un pequeño aullido.
—Ese aullido se parece al del
lobo —reconoció en voz alta DAVID un poco inquieto.
— ¿Y si son lobos? —susurró
temblando CAROLINA.
— ¡Aaah! —gritaron dos o tres
aterrorizados. Entonces el lobo levantó la cabeza y los miró fijamente. Ellos
se tumbaron sobre las rocas sin respirar, espiándolo desde la altura, pero el
lobo huyó asustado, porque los lobos temen muchísimo a los hombres.
—Fijaos: el otro lobo tiene la
pata atrapada en un cepo, no puede andar —dijo ERICK.
— ¿Qué es un cepo? —Quiso saber YASSMIN,
que es marroquí y no conocía esta palabra.
—Veo una herida en su pata que sangra mucho. —Se fijó SUSANA tan observadora como siempre.
—Debe de dolerle un montón—opinó SOFÍA
imaginando lo que debía de sufrir.
— ¡Vamos a tirarle piedras y a
matarlo! —gritó con odio un niño de otro colegio.
— ¡Hala, no seas bestia! —le
contestó TAREK, sin acobardarse porque el otro fuera mayor.
Los alumnos del «C.E.I.P. La
Romanilla» lo rodearon y dejaron muy claro que no le permitirían hacer más daño
a aquel animal herido.
—Eres un cobarde. Márchate de
aquí —le ordenaron enfadados.
—Avisemos a la señorita Cristina
y a los demás de nuestra clase —sugirió ELENA con muy buen juicio.
—Iré yo que corro muy rápido
—propuso LAURA que es una buena gimnasta.
—Yo te acompañaré que también
corro como una bala. —Se apuntó el futbolista AMIR.
Llegaron más pronto que un rayo
láser y le contaron a la señorita lo que habían descubierto. En un pispás Cristina
y el resto de compañeros llegaron al lugar y se agacharon detrás de los
peñascos, observando al lobo. Se había formado un buen barullo y el animal los
miraba con los ojos medio entornados.
—Ese lobo está muy asustado
—señaló ALBERTO.
— ¿Cómo lo sabes? —Quiso saber JULIA
que nunca pierde una ocasión para aprender algo.
—Porque son como un perro…, y mi
perro HARRY, cuando está asustado, baja las
orejas así, esconde el rabo y tiene una mirada muy triste —aclaró ALBERTO.
— ¿Vamos a matarlo, señorita? Un chaval ha dicho que los lobos son malos y comen personas —preguntó DALILA un poco triste.
—Un lobo no es malo, pero es un
animal salvaje y no podemos bajar a tocarlo como si fuera nuestra mascota
porque no nos conoce, y puede atacarnos si cree que le haremos daño—explicó
Cristina.
—Es normal que no se fíe de las
personas; alguien ha puesto un cepo para cogerlo y matarlo. Ahora estará
enfadado y muerto de miedo —aseguró ERICK.
— ¿Qué creéis que debemos hacer?
—preguntó la señorita Cristina.
— ¡Pues salvarlo!—gritaron todos
a la vez muy decididos.
—Estupendo. Necesito que me ayudéis,
¿qué se os ocurre? —les consultó la señorita.
Se quedaron pensativos dándole
vueltas al problema: no podían acercarse pues el lobo les temía y podía
morderlos para defenderse; por otra parte, era urgente liberarlo del cepo para
curarlo o moriría desangrado.
—Si le damos comida y agua, se
hará amigo nuestro —sugirió algo dubitativa NORA.
—Sí, pero ¿cómo lo haremos sin
acercarnos? No confía en nosotros —contestó IKER.
— ¿Y si le hablamos bajito y le
decimos que no queremos hacerle daño? —propuso ISABELLA.
—No entiende nuestra lengua
—aseguró AURORA—, nosotros no hablamos el idioma lobo.
Los niños estaban muy preocupados
al ver que el lobo cada vez parecía más débil; continuaba estirado en el suelo con
los ojos cerrados.
— ¡Tengo una idea! —exclamó CÉSAR—.
La señorita Elisa ha traído a su perra, a lo mejor ella puede convencer al lobo
de que no somos enemigos.
—Seguro que un lobo entiende el
idioma perro, ¿verdad, seño? —consultó JAIME.
—Es posible… —admitió la señorita
Cristina—. Merece la pena intentarlo. Mientras, llamaré al SEPRONA.
— ¿Se qué? ¿Qué es eso, señorita?—preguntó
TAREK.
—SE-PRO-NA, significa: Servicio
de protección de la naturaleza. Es un equipo de la Guardia Civil que se encarga
de proteger a los animales, las plantas, el agua, el aire…, toda la naturaleza
—contestó Cristina.
LAURA, DALILA, IKER, CÉSAR, AURORA y JAIME corrieron en busca de la señorita Elisa; ÁLEX, NORA, TAREK,
YASSMIN, JULIA, IVÁN y ALBERTO eran los encargados de conseguir algún bocadillo
de jamón o carne; SUSI, DAVID, ELENA, SOFÍA, ERICK, SUSANA y LAIA fueron a
por agua hasta el río y AMIR, VÍCTOR, ISABELLA, BLANCA, CAROLINA y JULIO eran como
unos guardaespaldas del lobo vigilando para que nadie lo matara. En este
rescate participaba toda la clase de segundo de primaria.
Al cabo de poco, llegó Elisa con
su amiga Risitas (se llamaba así porque era muy simpática y divertida). Los
chicos la acariciaron para darle ánimos y, también, porque les gustaba la
suavidad de su pelo. Risitas enseguida bajó por las rocas y se quedó frente al
lobo. Todos los alumnos estaban atentos, nerviosos, con los dedos cruzados como
si así ayudaran a la perra en esa difícil misión. ¿Qué pasaría? ¿Atacaría a Risitas?
Risitas |
— ¡Guau! —ladró Risitas, entonces
el lobo abrió los ojos—, guau. —Repitió Risitas moviendo la cola; luego se
tumbó.
— ¡Uuuh! —se quejó el lobo herido
con un gemido que daba una pena tremenda.
Risitas se acercó muy despacito y
lo lamió, después olió la herida e inclinó la cabeza desanimada. La perra sabía
que ni podía liberarlo del cepo ni curarle la patita rota; así que regresó
junto a Elisa para pedirle ayuda.
En ese momento aparecieron ÁLEX, JULIA, IVÁN y ALBERTO con unos bocadillos de carne empanada; después, NORA,
TAREK, YASSMIN trajeron una apetitosa tortilla de patatas.
La perra lo cogió para acercárselo al lobo herido. Este la miró un poco más contento y se comió solo un pedacito.
—Creo que está más tranquilo;
como le hemos dado comida, ahora, sabe que somos amigos —aseguró con alegría JULIO.
—Quizá tenga sed, ¿no han traído
el agua? —preguntó BLANCA preocupada por la tardanza.
¿Sabéis por qué no habían llegado
ERICK, SUSANA, LAIA, SUSI, SOFÍA, DAVID y ELENA? El niño que quería matar
al lobo y su amigo los habían sorprendido recogiendo agua en el río y los
habían acorralado.
—No tenéis derecho a salvar ese
lobo. Ese lobo es de mi padre, que para eso puso el cepo.
— ¡No, los lobos son de todas las
personas! —afirmaron tranquilos pero firmes SUSI, SOFÍA, DAVID y ELENA.
— ¡Y nosotros no queremos que los
maten!— añadieron seguros de sí mismos ERICK, SUSANA y LAIA.
— ¡Os vais a enterar —amenazaron
furiosos—, os moleremos a palos!
De pronto, se oyó un gruñido que
les dejó más paralizados que una momia. La loba compañera del lobo herido
apareció de entre los brezos y, de un salto formidable, se puso delante de los
pequeños para protegerlos. Miraba desafiante a los mayores con la boca
entreabierta, gruñendo, el morro fruncido, mostrándoles unos enormes colmillos;
al verlos, los chavales se fueron corriendo asustados.
La loba miró a los niños un instante, pareció como si les guiñara un ojo, y después, se escondió rápidamente en el bosque.
La loba miró a los niños un instante, pareció como si les guiñara un ojo, y después, se escondió rápidamente en el bosque.
— ¡Ja, ja, ja! ¡Cobardes,
gallinas! —Reían todavía excitados, pero contentos ERICK, SUSANA, LAIA,
SUSI, SOFÍA, DAVID y ELENA.
Por fin regresaron con el agua;
sin embargo, había un problema: Risitas no podía llevarla.
— ¿Quién le dará agua al lobo?
—Quiso saber VÍCTOR.
—No puedo dejar que corráis
ningún riesgo, así que la llevaré yo —Decidió la señorita Cristina.
—Señorita, no le mire de frente;
a los perros no les gusta porque piensan que les están desafiando y buscando
pelea —le aconsejó LAURA como si fuera una experta adiestradora de canes.
Cristina cogió el bote de agua y
descendió por las rocas despacito. De
vez en cuando se paraba para asegurarse de que el lobo no se ponía demasiado
nervioso. Miraba para otro lado, como si no fuera a verlo a él. Cuando ya
estaba cerca, se sentó y le arrimó el agua y un trocito de tortilla.
— ¡Qué atrevida es la señorita
Cristina! —suspiró BLANCA.
—Sí, sí que es valiente
—asintieron los demás impresionados por su coraje.
El corazón de Cristina latía a tres
mil por hora, si llega a tener ruedas se va corriendo, brrr, brrr, y ya no lo
ve más. Las piernas le temblaban, aun así, se acercó y le puso el agua debajo
del morro. Entonces el lobo levantó un poco la cabeza para beber apenas un
sorbo, pero se dejó caer otra vez.
Ella se dio cuenta de que la debilidad le impedía incorporarse. Regresó apesadumbrada con sus alumnos.
Ella se dio cuenta de que la debilidad le impedía incorporarse. Regresó apesadumbrada con sus alumnos.
— ¿Se ha muerto, seño? —Querían
saber todos. La angustia les hacía saltar las lágrimas.
—No, creo que se ha desmayado. No
os preocupéis que se pondrá bien —los consoló Cristina.
—Pobrecito. ¡Y todo porque un hombre
malvado le ha puesto un cepo! —se lamentaba enojada CAROLINA.
En ese momento llegó una patrulla
del SEPRONA de la Guardia Civil, y Cristina y Elisa les explicaron cuál era la
situación. Rápidamente, descendieron hasta el lobo y lo liberaron del cepo. Los
niños seguían mirando desde la peña.
— ¡Lo están pinchando!—les hizo
notar IVÁN que no perdía detalle de sus movimientos.
—Le ponen un calmante para que no
le duela la herida y suero porque no puede beber ni comer hasta que lo operen los
veterinarios —explicó un guardia civil muy simpático que se llamaba Leo.
— ¿Por qué han intentado matarlo?
—preguntó llena de curiosidad NORA.
—El lobo caza ciervos, jabalíes,
zorros, conejos y otros animales para alimentarse, pero cuando no encuentra
comida ataca a las ovejas y mata más de las que come. Esto enfada mucho a ganaderos y cazadores, por eso los eliminan.
—Entonces, ¿el lobo es malo?
—insinuó YASSMIN sin mucho convencimiento.
—No, él necesita matar para comer
y busca lo que es menos complicado: las ovejas sueltas por el prado. Si
estuvieran encerradas o bien defendidas, no podría conseguirlas. También sucede
que un lobo solo no puede abatir un ciervo o un jabalí, para eso es necesaria
una manada; y si el lobo está solo, porque han matado a sus compañeros, no
tiene más remedio que cazar piezas más pequeñas y fáciles.
— ¡Las ovejas! —exclamaron todos
a la vez.
—Me da pena que mate conejos y
ovejas. Yo tengo un conejito, CONY. ¿Y si no
hubiera lobos? —dijo tímidamente AMIR.
—En ese caso, ciervos, corzos y
jabalíes invadirían los campos para comerse las cosechas, los agricultores se
arruinarían y nosotros pasaríamos hambre.
Además provocan accidentes, cuando se meten en las carreteras. El lobo
es necesario porque evita que haya demasiados herbívoros.
— ¡Pues vaya un problema! ¿Y si
nosotros cazamos unos cuantos ciervos y jabalíes? — propuso ÁLEX intentando
encontrar una solución.
—Ya se cazan, pero el lobo lo
hace mejor que nosotros porque nosotros cazamos el ciervo más grande y dejamos
a los cervatillos sin el papá más fuerte y valiente (como el papá de Bambi o de
Simba), mientras que el lobo se come a los viejos, enfermos, heridos o muertos,
los demás escapan.
— ¿Adónde se llevarán al lobo?
—preguntó ÁLEX.
—En Asturias no hay ningún centro
de recuperación para lobos; de momento, mi amigo veterinario lo ingresará en su
clínica, pero cuando se recupere… —Dejó
la frase sin terminar—. Al Norte del río Duero se pueden cazar lobos, mientras
que al sur es una especie protegida y no está permitido matarlos porque hay muy
pocos o ninguno.
—En Almería no hay lobos
—intervino JULIA—. Como nosotros lo hemos encontrado, ¿podemos llevárnoslo,
seño? Si se queda aquí, lo matarán.
Una idea cruzó como una estrella
fugaz por la mente de Cristina. ¿Qué estaría pensando?
—Voy a llamar a un amigo.
¿Recordáis a Antonio, el que nos envió el vídeo de los pinsapos y le
escribisteis una carta, nuestro “médico de los árboles”? —preguntó la
señorita—. Pues él sabe mucho de lobos y nos dirá dónde podemos llevarlo.
—Cogió su móvil y lo telefoneó.
— ¡Yo podría tener el lobo en mi
casa! —sugirió con entusiasmo AMIR.
— ¡Ja, ja, ja! —Se echó a reír ÁLEX—. No conviene meter a un animal salvaje en un piso, sería muy
desgraciado, echaría de menos el bosque.
—Escuchad, chicos: Antonio me ha
dicho que en Albacete hay un pueblecito llamado Riópar, allí reside Jorge Escudero, un señor que cría
lobos, y seguro que lo acogerá en su dehesa.
La Guardia Civil se llevó al
herido y los niños regresaron a Roquetas de Mar.
Pasaron unos días, pero ni la señorita Cristina ni sus alumnos olvidaron al
animal. En clase, Cristina les había explicado la pirámide trófica y la
importancia del equilibrio de los ecosistemas. Conversaron sobre cazadores
furtivos, trampas y venenos; lo que más enfadó a los niños es que haya
tramperos capaces de provocar una muerte tan lenta y cruel a los animales.
El viernes estaban muy callados dibujando
lobos cuando entró un hombre desconocido, era alto, moreno y sonreía de forma
encantadora. Los alumnos lo observaban con mirada escrutadora; sin embargo, Cristina
le lanzó una mirada de complicidad pues, la muy pillina, les había preparado
una sorpresa.
—Hola, chicos, soy Antonio
—saludó con una voz grave aquel extraño.
— ¡Es Antonio! ¡Antonio el de los
pinsapos, el “médico de los árboles”!—se decían unos a los otros entre
asombrados y excitados por conocerlo en persona.
—Os traigo una buena noticia: el
lobo está vivo. El veterinario le tuvo que amputar la pata rota, pero ha
sobrevivido.
— ¡Bien! ¡Viva el lobo! —Estalló
en aplausos toda la clase.
—Si no hubiera sido por vosotros,
habría muerto —aseguró Antonio.
—Menos mal que ISABELLA y CÉSAR
oyeron sus aullidos —recordó ÁLEX.
—Es verdad, sin ISABELLA y CÉSAR
no lo hubiéramos descubierto —admitió NORA.
—Fue un trabajo de toda la clase,
todos colaborasteis para salvarlo —concluyó la señorita.
—Jorge considera que estos niños
tan valientes merecen una recompensa, por este motivo les invita a pasar una
tarde en la reserva y visitar al lobo —comunicó
Antonio a Cristina.
— ¡Qué guay! —gritaron entusiasmados.
Al día siguiente, Antonio fue con
ellos a Riópar para presentarles a Jorge (CEA La Dehesa). Lo que encontraron allí fue
inesperado: un señor mayor rodeado de cabras y unos perrazos enormes llamados
mastines. Algo fallaba, ¿dónde estaban
los lobos?, ¿qué hacían ahí las cabras?
Jorge los saludó con una amplia
sonrisa, les preguntó sobre el rescate del lobo, bromearon un rato, luego les
enseñó cómo trabajaban los mastines organizando el rebaño de cabras y
defendiéndolas, ayudando a los pastores. Aquel hombre de mirada franca y carácter
campechano era un experto en lobos y empezó a contarles cómo se comportan las
manadas, la forma de alimentarse, la crianza de los cachorros y muchos detalles
más. Los niños le escuchaban fascinados, pero lo más emocionante fue verlo
jugar con sus lobos de forma tan amistosa.
Solo quedaba algo por hacer: ver a su lobo, y todos estaban impacientes; así que Jorge les acompañó hasta un pequeño cercado donde se estaba recuperando pues se había quedado cojo. Se sentaron frente a la valla hablando bajito para no molestarlo.
—Hola, amigo lobo, ¿nos recuerdas?
Nosotros te salvamos —le recordó SUSI.
—De alguna forma sí que os
reconoce, por el olor; aunque sigue muy asustado y desconfía de las personas
—aclaró Jorge.
— ¿Se fiará de nosotros algún
día? —preguntó IKER.
—Si vinierais a menudo y lo
cuidarais, seguro que sí. ¿Estaríais dispuestos a venir los sábados a darle de
comer y a hacerle compañía?
El «sí» de los niños fue
atronador. Lástima que vivían demasiado lejos y no podían ir cada semana. Se
quedaron un poco tristes y cabizbajos, aunque duró poco porque Antonio tenía
otros planes para ellos.
—Chicos, tengo que deciros algo.
En pie, por favor. Escuchadme —dijo en un tono muy serio y solemne como en las
situaciones importantes—. Por lo buenos que habéis sido salvando al lobo y por la
valentía que habéis demostrado tengo el honor de nombraros: Agentes Especiales
para la Protección de la Naturaleza. Vuestro equipo se llama: Comando Lobo.
Esto era algo inesperado —¡Wau…,
Comando Lobo!—. Los chicos se miraban con cara de sorpresa, ilusión y
curiosidad, todo mezclado; y Cristina sonreía, orgullosa de sus alumnos.
—Vuestra primera misión será inventar
un nombre para el lobo y otro para una loba; he dicho inventado, no valen los
conocidos, ¿eh?
—Silencio, por favor —pidieron
ISABELLA y CÉSAR—. Escuchad.
Un aullido largo y profundo
bajaba desde lo alto de una colina cercana, contra la puesta anaranjada del sol
se recortaba la silueta negra de un lobo. Los niños se estremecieron.
—Tenemos otra sorpresa para vosotros: también nos trajimos a la loba. Miradla, es ella —dijo Antonio señalando la silueta lobuna.
—Está libre en la sierra, y
cuando el lobo se recupere, volverán a estar juntos otra vez —añadió Jorge.
La loba volvió a llamar a su
compañero: «Aúúú», y nuestro lobo respondió: «Aúúú». Así loba sabía que lobo seguía vivo. Los niños se
unieron al coro con otro bonito aullido, que para eso formaban el Comando Lobo:
«Aúúú». Ahora, también sabía que lobo no se sentía tan
solo, había encontrado unos amigos humanos.
¿¡Quién sabe cuál será la próxima
aventura del Comando Lobo!? Son misiones secretas, pero si me entero, ya os las
contaré.
Ilustraciones de esta historieta realizadas por los alumnos
Casi todas las imágenes proceden de Pixabay.
Gracias a tantos fotógrafos que las comparten de forma altruista.
Los nombres de los niños no se corresponden con los de ninguna clase del Colegio «La Romanilla» porque, como son agentes secretos, utilizan un alias.
©
Reservados todos los derechos.
Ilustraciones de esta historieta realizadas por los alumnos
Disfruté un montón con tu historia Milano, buena lectura para crear conciencia, que falta hace.
ResponderEliminarAinsss...yo me quedo con esta frase, "los lobos son de todas las personas".
Con permiso lo comparto. Auuuú....
Gracias, Laura. Pues sí, los lobos son patrimonio natural de todas las personas.
EliminarMe encanta tu historia,es muy pedagógica y emocionante
ResponderEliminarGracias por tu labor