martes, 25 de octubre de 2016

Un rescate para valientes

CEIP «La Romanilla» de Roquetas de Mar


Nadie sabía que la clase de la señorita Cristina era una clase de valientes. ¿Por qué eran valientes? porque solo los niños sin miedo pueden correr una aventura tan peligrosa. ¿Os la cuento?

Esta historia empieza muy lejos de su colegio, «La Romanilla», de Roquetas de Mar pues se encontraban de excursión en Tablizas, un pueblo de Asturias que está cerca de la Reserva Natural de Muniellos. Sonreían emocionados al saber que, en aquel bosque, habitaban osos, lobos, corzos, jabalíes, águilas y muchos otros animales que no se encuentran por Almería

Era una luminosa mañana de otoño; sin embargo, una neblina plateada cubría las cimas de las montañas, y conforme se adentraban en el robledal, el arbolado se hacía más denso y oscuro.
—Estos árboles son muy grandes… —murmuró LAURA—, seguro que son más altos que un bloque de cinco pisos.
—Las ramas no dejan ver el cielo, es tan misterioso que impresiona un poco —confesó sobrecogida DALILA—, huele a hoja mojada y a setas.
— ¿Conocéis el nombre de los árboles? Estos son robles, aquel de allí, un haya; cerca de aquella roca veo un abedul —iba señalando Cristina—, también, encontraremos avellanos, serbales, pinos, fresnos, acebos…
— ¿El acebo es el de las bolitas rojas que ponen en las decoraciones de Navidad? —interrumpió JAIME muy interesado en temas de Botánica.
—Pues sí, pero es mejor que no las cojáis—contestó Cristina —, porque esas bayas son el alimento de los urogallos y están en peligro de extinción, quedan muy pocos.



 — ¡Anda, qué árbol tan inmenso! —exclamó asombrado IKER—. ¡Venid!
—Es un tejo. Cogeos de la mano y rodead el tronco. A ver cuántos niños se necesitan —propuso la señorita.
—Uno, dos, tres, cuatro… —contaba AURORA—, nueve, seño. ¡Hala, qué gordote es!



 —Es grueso y viejísimo, muchos tejos pasan de los mil años, algunos ya estaban aquí cuando llegaron los romanos. En la antigüedad se creía que el tejo era un árbol mágico. ¿Sabíais que sus hojas, ramas y tronco son venenosas y que pueden matar a una persona? sin embargo, de ellas se extrae una sustancia para fabricar medicamentos contra el cáncer. 

El tejo es muy venenoso
Los chicos, sorprendidos, abrieron mucho los ojos; se quedaron callados mirando aquel bosque tan especial lleno de árboles centenarios, mágicos, venenosos y curativos a la vez. La brisa, escondiéndose entre las hojas, las agitaba y levantaba un murmullo; entonces, parecía que el robledal les estuviera hablando en un extraño y olvidado lenguaje.

Siguieron andando, cruzaron un puente de madera sobre un arroyo de agua muy transparente y fría, luego atravesaron un pequeño hayedo y, al final de la mañana, llegaron a un prado cubierto de anémonas y de otras flores de colorines que desprendían un perfume dulzón.


Como todos estaban cansados y hambrientos, se sentaron a almorzar en silencio, solo se escuchaba el trino de los pájaros y un extraño trrrr, trrr, trrr.
— ¿Habéis oído? —dijo CÉSAR que tiene un oído extraordinario.
—No, yo no oigo nada más que ese repiqueteo. Estoy seguro de que ese trrr, trrr, trrr es de un pájaro carpintero golpeando un tronco —contestó VÍCTOR, el experto en aves.
—Yo sí que escucho algo distinto, es como si alguien se quejara, parece un lamento —especificó ISABELLA concentrándose en aquel sonido intrigante.
—Quizás son los duendes del bosque. ¡Uuuh! —bromeó BLANCA.
—A lo mejor ISABELLA y CÉSAR tienen razón, como son invidentes su oído es más fino y pueden captar sonidos que nadie más oye. Vamos a ver qué es. Decidnos por dónde tenemos que ir —propuso IVÁN dispuesto a explorar.

Y VÍCTOR, BLANCA, IVÁN, CAROLINA, LAURA, JULIO, AMIR, LAIA, SUSANA, ERICK, SOFÍA, YASSMIN, TAREK y ELENA se fueron con ISABELLA y CÉSAR a investigar. 

Rodearon una pequeña charca y se metieron en un abedular, subieron unas rocas, y desde allí arriba otearon el horizonte. Abajo, en una hondonada, divisaron dos animales.




 — ¡Mirad!.... ¡allá abajo, al lado de los endrinos, hay dos perros! —señaló JULIO muy excitado.
Un animal lamía la pata del otro, que estaba echado y se quejaba con un pequeño aullido.
—Ese aullido se parece al del lobo —reconoció en voz alta DAVID un poco inquieto.
— ¿Y si son lobos? —susurró temblando CAROLINA.
— ¡Aaah! —gritaron dos o tres aterrorizados. Entonces el lobo levantó la cabeza y los miró fijamente. Ellos se tumbaron sobre las rocas sin respirar, espiándolo desde la altura, pero el lobo huyó asustado, porque los lobos temen muchísimo a los hombres.
—Fijaos: el otro lobo tiene la pata atrapada en un cepo, no puede andar —dijo ERICK.
— ¿Qué es un cepo? —Quiso saber YASSMIN, que es marroquí y no conocía esta palabra.
—Es una trampa para cazar animales —le aclaró LAIA.




—Veo una herida en su pata que sangra mucho. —Se fijó SUSANA tan observadora como siempre.
—Debe de dolerle un montón—opinó SOFÍA imaginando lo que debía de sufrir.
— ¡Vamos a tirarle piedras y a matarlo! —gritó con odio un niño de otro colegio.
— ¡Hala, no seas bestia! —le contestó TAREK, sin acobardarse porque el otro fuera mayor.
Los alumnos del «C.E.I.P. La Romanilla» lo rodearon y dejaron muy claro que no le permitirían hacer más daño a aquel animal herido.
—Eres un cobarde. Márchate de aquí —le ordenaron enfadados.
—Avisemos a la señorita Cristina y a los demás de nuestra clase —sugirió ELENA con muy buen juicio.
—Iré yo que corro muy rápido —propuso LAURA que es una buena gimnasta.
—Yo te acompañaré que también corro como una bala. —Se apuntó el futbolista AMIR.

Llegaron más pronto que un rayo láser y le contaron a la señorita lo que habían descubierto. En un pispás Cristina y el resto de compañeros llegaron al lugar y se agacharon detrás de los peñascos, observando al lobo. Se había formado un buen barullo y el animal los miraba con los ojos medio entornados.
—Ese lobo está muy asustado —señaló ALBERTO.
— ¿Cómo lo sabes? —Quiso saber JULIA que nunca pierde una ocasión para aprender algo.
—Porque son como un perro…, y mi perro HARRY, cuando está asustado, baja las orejas así, esconde el rabo y tiene una mirada muy triste —aclaró ALBERTO.



— ¿Vamos a matarlo, señorita? Un chaval ha dicho que los lobos son malos y comen personas —preguntó DALILA un poco triste.
—Un lobo no es malo, pero es un animal salvaje y no podemos bajar a tocarlo como si fuera nuestra mascota porque no nos conoce, y puede atacarnos si cree que le haremos daño—explicó Cristina.
—Es normal que no se fíe de las personas; alguien ha puesto un cepo para cogerlo y matarlo. Ahora estará enfadado y muerto de miedo —aseguró ERICK.
— ¿Qué creéis que debemos hacer? —preguntó la señorita Cristina.
— ¡Pues salvarlo!—gritaron todos a la vez muy decididos.
—Estupendo. Necesito que me ayudéis, ¿qué se os ocurre? —les consultó la señorita.

Se quedaron pensativos dándole vueltas al problema: no podían acercarse pues el lobo les temía y podía morderlos para defenderse; por otra parte, era urgente liberarlo del cepo para curarlo o moriría desangrado.
—Si le damos comida y agua, se hará amigo nuestro —sugirió algo dubitativa NORA.
—Sí, pero ¿cómo lo haremos sin acercarnos? No confía en nosotros —contestó IKER.
— ¿Y si le hablamos bajito y le decimos que no queremos hacerle daño? —propuso ISABELLA.
—No entiende nuestra lengua —aseguró AURORA—, nosotros no hablamos el idioma lobo.
Los niños estaban muy preocupados al ver que el lobo cada vez parecía más débil; continuaba estirado en el suelo con los ojos cerrados.



 — ¡Tengo una idea! —exclamó CÉSAR—. La señorita Elisa ha traído a su perra, a lo mejor ella puede convencer al lobo de que no somos enemigos.
—Seguro que un lobo entiende el idioma perro, ¿verdad, seño? —consultó JAIME.
—Es posible… —admitió la señorita Cristina—. Merece la pena intentarlo. Mientras, llamaré al SEPRONA.
— ¿Se qué? ¿Qué es eso, señorita?—preguntó TAREK.
—SE-PRO-NA, significa: Servicio de protección de la naturaleza. Es un equipo de la Guardia Civil que se encarga de proteger a los animales, las plantas, el agua, el aire…, toda la naturaleza —contestó Cristina.

LAURA, DALILA, IKER, CÉSAR, AURORA y JAIME corrieron en busca de la señorita Elisa; ÁLEX, NORA, TAREK, YASSMIN, JULIA, IVÁN y ALBERTO eran los encargados de conseguir algún bocadillo de jamón o carne; SUSI, DAVID, ELENA, SOFÍA, ERICK, SUSANA y LAIA fueron a por agua hasta el río y AMIR, VÍCTOR, ISABELLA, BLANCA, CAROLINA y JULIO eran como unos guardaespaldas del lobo vigilando para que nadie lo matara. En este rescate participaba toda la clase de segundo de primaria.


Risitas
 Al cabo de poco, llegó Elisa con su amiga Risitas (se llamaba así porque era muy simpática y divertida). Los chicos la acariciaron para darle ánimos y, también, porque les gustaba la suavidad de su pelo. Risitas enseguida bajó por las rocas y se quedó frente al lobo. Todos los alumnos estaban atentos, nerviosos, con los dedos cruzados como si así ayudaran a la perra en esa difícil misión. ¿Qué pasaría? ¿Atacaría a Risitas?

— ¡Guau! —ladró Risitas, entonces el lobo abrió los ojos—, guau. —Repitió Risitas moviendo la cola; luego se tumbó.
— ¡Uuuh! —se quejó el lobo herido con un gemido que daba una pena tremenda.

Risitas se acercó muy despacito y lo lamió, después olió la herida e inclinó la cabeza desanimada. La perra sabía que ni podía liberarlo del cepo ni curarle la patita rota; así que regresó junto a Elisa para pedirle ayuda. 

En ese momento aparecieron ÁLEX, JULIA, IVÁN y ALBERTO con unos bocadillos de carne empanada; después, NORA, TAREK, YASSMIN trajeron una apetitosa tortilla de patatas.
—Risitas, tienes que llevarle este filete al lobo, ¿vale? —le pidió la señorita Elisa.



La perra lo cogió para acercárselo al lobo herido. Este la miró un poco más contento y se comió solo un pedacito.
—Creo que está más tranquilo; como le hemos dado comida, ahora, sabe que somos amigos —aseguró con alegría JULIO.
—Quizá tenga sed, ¿no han traído el agua? —preguntó BLANCA preocupada por la tardanza.

¿Sabéis por qué no habían llegado ERICK, SUSANA, LAIA, SUSI, SOFÍA, DAVID y ELENA? El niño que quería matar al lobo y su amigo los habían sorprendido recogiendo agua en el río y los habían acorralado.
—No tenéis derecho a salvar ese lobo. Ese lobo es de mi padre, que para eso puso el cepo.
— ¡No, los lobos son de todas las personas! —afirmaron tranquilos pero firmes SUSI, SOFÍA, DAVID y ELENA.
— ¡Y nosotros no queremos que los maten!— añadieron seguros de sí mismos ERICK, SUSANA y LAIA.
— ¡Os vais a enterar —amenazaron furiosos—, os moleremos a palos!

De pronto, se oyó un gruñido que les dejó más paralizados que una momia. La loba compañera del lobo herido apareció de entre los brezos y, de un salto formidable, se puso delante de los pequeños para protegerlos. Miraba desafiante a los mayores con la boca entreabierta, gruñendo, el morro fruncido, mostrándoles unos enormes colmillos; al verlos, los chavales se fueron corriendo asustados.



La loba miró a los niños un instante, pareció como si les guiñara un ojo, y después, se escondió rápidamente en el bosque. 
— ¡Ja, ja, ja! ¡Cobardes, gallinas! —Reían todavía excitados, pero contentos ERICK, SUSANA, LAIA, SUSI, SOFÍA, DAVID y ELENA.

Por fin regresaron con el agua; sin embargo, había un problema: Risitas no podía llevarla.
— ¿Quién le dará agua al lobo? —Quiso saber VÍCTOR.
—No puedo dejar que corráis ningún riesgo, así que la llevaré yo —Decidió la señorita Cristina.
—Señorita, no le mire de frente; a los perros no les gusta porque piensan que les están desafiando y buscando pelea —le aconsejó LAURA como si fuera una experta adiestradora de canes.

Cristina cogió el bote de agua y descendió por las rocas despacito.  De vez en cuando se paraba para asegurarse de que el lobo no se ponía demasiado nervioso. Miraba para otro lado, como si no fuera a verlo a él. Cuando ya estaba cerca, se sentó y le arrimó el agua y un trocito de tortilla.

— ¡Qué atrevida es la señorita Cristina! —suspiró BLANCA.
—Sí, sí que es valiente —asintieron los demás impresionados por su coraje.

El corazón de Cristina latía a tres mil por hora, si llega a tener ruedas se va corriendo, brrr, brrr, y ya no lo ve más. Las piernas le temblaban, aun así, se acercó y le puso el agua debajo del morro. Entonces el lobo levantó un poco la cabeza para beber apenas un sorbo, pero se dejó caer otra vez.



Ella se dio cuenta de que la debilidad le impedía incorporarse. Regresó apesadumbrada con sus alumnos.
— ¿Se ha muerto, seño? —Querían saber todos. La angustia les hacía saltar las lágrimas.
—No, creo que se ha desmayado. No os preocupéis que se pondrá bien —los consoló Cristina.
—Pobrecito. ¡Y todo porque un hombre malvado le ha puesto un cepo! —se lamentaba enojada CAROLINA.

En ese momento llegó una patrulla del SEPRONA de la Guardia Civil, y Cristina y Elisa les explicaron cuál era la situación. Rápidamente, descendieron hasta el lobo y lo liberaron del cepo. Los niños seguían mirando desde la peña.

— ¡Lo están pinchando!—les hizo notar IVÁN que no perdía detalle de sus movimientos.
—Le ponen un calmante para que no le duela la herida y suero porque no puede beber ni comer hasta que lo operen los veterinarios —explicó un guardia civil muy simpático que se llamaba Leo.
— ¿Por qué han intentado matarlo? —preguntó llena de curiosidad NORA.
—El lobo caza ciervos, jabalíes, zorros, conejos y otros animales para alimentarse, pero cuando no encuentra comida ataca a las ovejas y mata más de las que come. Esto enfada mucho a  ganaderos y cazadores, por eso los eliminan.
—Entonces, ¿el lobo es malo? —insinuó YASSMIN sin mucho convencimiento.
—No, él necesita matar para comer y busca lo que es menos complicado: las ovejas sueltas por el prado. Si estuvieran encerradas o bien defendidas, no podría conseguirlas. También sucede que un lobo solo no puede abatir un ciervo o un jabalí, para eso es necesaria una manada; y si el lobo está solo, porque han matado a sus compañeros, no tiene más remedio que cazar piezas más pequeñas y fáciles.
— ¡Las ovejas! —exclamaron todos a la vez.
—Eso es. ¡Chicos listos!

Los lobos viven y cazan en manada
—Me da pena que mate conejos y ovejas. Yo tengo un conejito, CONY. ¿Y si no hubiera lobos? —dijo tímidamente AMIR.
—En ese caso, ciervos, corzos y jabalíes invadirían los campos para comerse las cosechas, los agricultores se arruinarían y nosotros pasaríamos hambre.  Además provocan accidentes, cuando se meten en las carreteras. El lobo es necesario porque evita que haya demasiados herbívoros.
— ¡Pues vaya un problema! ¿Y si nosotros cazamos unos cuantos ciervos y jabalíes? — propuso ÁLEX intentando encontrar una solución.
—Ya se cazan, pero el lobo lo hace mejor que nosotros porque nosotros cazamos el ciervo más grande y dejamos a los cervatillos sin el papá más fuerte y valiente (como el papá de Bambi o de Simba), mientras que el lobo se come a los viejos, enfermos, heridos o muertos, los demás escapan.
— ¿Adónde se llevarán al lobo? —preguntó ÁLEX.
—En Asturias no hay ningún centro de recuperación para lobos; de momento, mi amigo veterinario lo ingresará en su clínica,  pero cuando se recupere… —Dejó la frase sin terminar—. Al Norte del río Duero se pueden cazar lobos, mientras que al sur es una especie protegida y no está permitido matarlos porque hay muy pocos o ninguno.
—En Almería no hay lobos —intervino JULIA—. Como nosotros lo hemos encontrado, ¿podemos llevárnoslo, seño? Si se queda aquí, lo matarán.

Una idea cruzó como una estrella fugaz por la mente de Cristina. ¿Qué estaría pensando?
—Voy a llamar a un amigo. ¿Recordáis a Antonio, el que nos envió el vídeo de los pinsapos y le escribisteis una carta, nuestro “médico de los árboles”? —preguntó la señorita—. Pues él sabe mucho de lobos y nos dirá dónde podemos llevarlo. —Cogió su móvil y lo telefoneó.
— ¡Yo podría tener el lobo en mi casa! —sugirió con entusiasmo AMIR.
— ¡Ja, ja, ja! —Se echó a reír ÁLEX—. No conviene meter a un animal salvaje en un piso, sería muy desgraciado, echaría de menos el bosque.
—Escuchad, chicos: Antonio me ha dicho que en Albacete hay un pueblecito llamado Riópar,  allí reside Jorge Escudero, un señor que cría lobos, y seguro que lo acogerá en su dehesa. 

La Guardia Civil se llevó al herido y los niños regresaron a Roquetas de Mar. Pasaron unos días, pero ni la señorita Cristina ni sus alumnos olvidaron al animal. En clase, Cristina les había explicado la pirámide trófica y la importancia del equilibrio de los ecosistemas. Conversaron sobre cazadores furtivos, trampas y venenos; lo que más enfadó a los niños es que haya tramperos capaces de provocar una muerte tan lenta y cruel a los animales.

El viernes estaban muy callados dibujando lobos cuando entró un hombre desconocido, era alto, moreno y sonreía de forma encantadora. Los alumnos lo observaban con mirada escrutadora; sin embargo, Cristina le lanzó una mirada de complicidad pues, la muy pillina, les había preparado una sorpresa.
—Hola, chicos, soy Antonio —saludó con una voz grave aquel extraño.
— ¡Es Antonio! ¡Antonio el de los pinsapos, el “médico de los árboles”!—se decían unos a los otros entre asombrados y excitados por conocerlo en persona.
—Os traigo una buena noticia: el lobo está vivo. El veterinario le tuvo que amputar la pata rota, pero ha sobrevivido.
— ¡Bien! ¡Viva el lobo! —Estalló en aplausos toda la clase.
—Si no hubiera sido por vosotros, habría muerto —aseguró Antonio.
—Menos mal que ISABELLA y CÉSAR oyeron sus aullidos —recordó ÁLEX.
—Es verdad, sin ISABELLA y CÉSAR no lo hubiéramos descubierto —admitió NORA.
—Fue un trabajo de toda la clase, todos colaborasteis para salvarlo —concluyó la señorita.
—Jorge considera que estos niños tan valientes merecen una recompensa, por este motivo les invita a pasar una tarde en la reserva y  visitar al lobo —comunicó Antonio a Cristina.
— ¡Qué guay! —gritaron entusiasmados.

Al día siguiente, Antonio fue con ellos a Riópar para presentarles a Jorge (CEA La Dehesa). Lo que encontraron allí fue inesperado: un señor mayor rodeado de cabras y unos perrazos enormes llamados mastines. Algo fallaba,  ¿dónde estaban los lobos?, ¿qué hacían ahí las cabras?

Un mastín. Foto de Antonio Pulido Pastor.

Jorge los saludó con una amplia sonrisa, les preguntó sobre el rescate del lobo, bromearon un rato, luego les enseñó cómo trabajaban los mastines organizando el rebaño de cabras y defendiéndolas, ayudando a los pastores. Aquel hombre de mirada franca y carácter campechano era un experto en lobos y empezó a contarles cómo se comportan las manadas, la forma de alimentarse, la crianza de los cachorros y muchos detalles más. Los niños le escuchaban fascinados, pero lo más emocionante fue verlo jugar con sus lobos de forma tan amistosa.


Solo quedaba algo por hacer: ver a su lobo, y todos estaban impacientes; así que Jorge les acompañó hasta un pequeño cercado donde se estaba recuperando pues se había quedado cojo. Se sentaron frente a la valla hablando bajito para no molestarlo.
—Hola, amigo lobo, ¿nos recuerdas? Nosotros te salvamos —le recordó SUSI.
—De alguna forma sí que os reconoce, por el olor; aunque sigue muy asustado y desconfía de las personas —aclaró Jorge.
— ¿Se fiará de nosotros algún día? —preguntó IKER.
—Si vinierais a menudo y lo cuidarais, seguro que sí. ¿Estaríais dispuestos a venir los sábados a darle de comer y a hacerle compañía?
El «sí» de los niños fue atronador. Lástima que vivían demasiado lejos y no podían ir cada semana. Se quedaron un poco tristes y cabizbajos, aunque duró poco porque Antonio tenía otros planes para ellos.

—Chicos, tengo que deciros algo. En pie, por favor. Escuchadme —dijo en un tono muy serio y solemne como en las situaciones importantes—. Por lo buenos que habéis sido salvando al lobo y por la valentía que habéis demostrado tengo el honor de nombraros: Agentes Especiales para la Protección de la Naturaleza. Vuestro equipo se llama: Comando Lobo. 

Esto era algo inesperado —¡Wau…, Comando Lobo!—. Los chicos se miraban con cara de sorpresa, ilusión y curiosidad, todo mezclado; y Cristina sonreía, orgullosa de sus alumnos.

—Vuestra primera misión será inventar un nombre para el lobo y otro para una loba; he dicho inventado, no valen los conocidos, ¿eh?
—Silencio, por favor —pidieron ISABELLA y CÉSAR—. Escuchad.
Un aullido largo y profundo bajaba desde lo alto de una colina cercana, contra la puesta anaranjada del sol se recortaba la silueta negra de un lobo. Los niños se estremecieron.



—Tenemos otra sorpresa para vosotros: también nos trajimos a la loba. Miradla, es ella —dijo Antonio señalando la silueta lobuna.
—Está libre en la sierra, y cuando el lobo se recupere, volverán a estar juntos otra vez —añadió Jorge.

La loba volvió a llamar a su compañero: «Aúúú», y nuestro lobo respondió: «Aúúú». Así loba sabía que lobo seguía vivo. Los niños se unieron al coro con otro bonito aullido, que para eso formaban el Comando Lobo: «Aúúú».  Ahora, también sabía que lobo no se sentía tan solo, había encontrado unos amigos humanos.

¿¡Quién sabe cuál será la próxima aventura del Comando Lobo!? Son misiones secretas, pero si me entero, ya os las contaré.


Casi todas las imágenes proceden de Pixabay. 
Gracias a tantos fotógrafos que las comparten de forma altruista. 

Los nombres de los niños no se corresponden con los de ninguna clase del Colegio «La Romanilla» porque, como son agentes secretos, utilizan un alias.


© Reservados todos los derechos. 


Ilustraciones de esta historieta realizadas por los alumnos

3 comentarios:

  1. Disfruté un montón con tu historia Milano, buena lectura para crear conciencia, que falta hace.
    Ainsss...yo me quedo con esta frase, "los lobos son de todas las personas".

    Con permiso lo comparto. Auuuú....

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    1. Gracias, Laura. Pues sí, los lobos son patrimonio natural de todas las personas.

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  2. Me encanta tu historia,es muy pedagógica y emocionante
    Gracias por tu labor

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