sábado, 11 de febrero de 2017

Los linces del Comando Lobo




Temas que se tratan en este relato
Proyecto Lince. La reintroducción de una pareja de linces da pie al estudio de todo lo referido a este felino en peligro de extinción: hábitat, alimentación, peligros a los que se enfrenta, etc. Pueden dedicarle una ficha de su cuaderno de campo.
Matemáticas. En este relato se les pide colaboración como especialistas en cálculo. Es una forma de darles a entender la utilidad de las matemáticas. Como curiosidad y para que practiquen sumas (2º primaria) he incluido la sucesión de Fibonacci. Si se desea, puede eliminarse esa parte borrando el texto de color malva.
Vocabulario. Los agentes especiales conocen palabras especiales como: cubil, vivar de conejos, vallado cinegético, canchal, roquedo, berrocal o los nombres de aves y plantas.
Geografía. En color malva están remarcados los lugares que conviene cambiar por unos más próximos a la zona de otros niños protagonistas.
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Al final de la clase, colgaba un panel con los nombres de los alumnos expertos en distintas materias. Antonio y Cristina llevaban unos minutos frente a él comentando algo.
—Ya ves que tenemos especialistas en felinos, también, en economía, en plantas… —explicó Cristina.
—Necesito que sepan matemáticas. En esta misión son importantes.
— ¡Oye!, que mis alumnos suman, restan y ya están aprendiendo las tablas de multiplicar.
Los niños esperaban intrigados porque, cuando Antonio aparecía por el colegio «La Romanilla» de Roquetas de Mar, era para adiestrarlos como agentes especiales del Comando Lobo o para llevárselos en alguna misión. Habían escuchado las palabras misión, sumar y tablas de multiplicar; pero ¿qué tenían que ver las matemáticas con las misiones?
—Escuchadme un momento, chicos. Nos han pedido ayuda para un proyecto, aunque es imprescindible que los colaboradores sepan matemáticas. ¿Tenemos algún especialista en esta asignatura? —preguntó Antonio.
—Las Mates no es que nos gusten mucho, la verdad… —confesó ELENA por lo bajini.
— ¡Por supuesto que sabemos Matemáticas! —dijo alto y claro SOFÍA.
— ¿De qué va el proyecto? —quiso saber CAROLINA.

—El lince ibérico es un animal parecido a un gato muy grande, pertenece a la familia de los felinos como el león y el tigre. Tiene unas orejas con pinceles, barba, cola corta y pelaje moteado. Solo vive en España y está en peligro de extinción.
— ¿Extinción significa que ya no queda ninguno? —preguntó IKER.
—Exacto. Hay tan pocos que, si no los cuidamos, desaparecerán para siempre, se extinguirán. Hay personas intentando evitar que esto ocurra; crían linces que luego sueltan en la sierra para que vivan en libertad. Quieren traer una pareja a Almería y me preguntaron si el Comando Lobo colaboraría en este proyecto.
— ¡Hombre, claro que sí! —exclamó LAURA dispuesta a todo.
—Os advierto de que no es una misión como las anteriores, no vamos a hacer rescates, esta vez necesitamos técnicos, agentes que sepan calcular, que entiendan de biología…
—Antonio, somos buenos en Mates y, también, en Ciencias Naturales —insistió DAVID.
—Entonces, cuento con vosotros. El sábado saldremos al monte a investigar dónde podrían vivir los linces. Antes de eso, procurad informaros bien sobre todo lo relacionado con este felino: alimentación, hábitat, costumbres, forma de cazar, cría…
— ¿Hacemos una como una ficha del cuaderno de campo? —preguntó JAIME.
—Muy bien pensado, JAIME. Reunid todos los datos que podáis. Nos vemos el sábado.
Antonio se fue a comunicar a las autoridades que el Comando Lobo ya estaba trabajando en el proyecto. En el colegio «La Romanilla» hacía poco que habían inaugurado una biblioteca estupenda y Cristina los llevó para que empezaran a investigar. 

La Biblioteca del cole «La Romanilla» es chulísima.
 Buscaron en la enciclopedia y en los libros de fauna toda la información sobre linces y la anotaron en sus cuadernos de campo. Después estuvieron un rato dibujando aquel gatazo tan elegante con sus pincelitos en las orejas, sus largos bigotes y su barba.
Aún era de noche cuando, el sábado, los Agentes del Comando Lobo se reunieron a la puerta del colegio con sus mochilas. Las caritas de sueño y frío se transformaron en sonrisas y excitación al ver llegar los todoterrenos.
— ¡Buenos días, Cristina! —saludó Antonio—. ¡Hola, chavales! ¿Estáis despiertos o qué? Estos son mis compañeros: Miguel Ángel, Margarita y Alfredo. Subid a los coches que nos vamos. 

Los chicos se repartieron entre los cinco vehículos y emprendieron el viaje. Mientras ellos ascendían a Sierra Nevada el sol aparecía sobre el mar y se desperezaba estirando lentamente sus rayos, luego se lavaba la cara en el agua y, despierto ya, empezaba a brillar y a calentar Almería. Allá abajo, el mar parecía lleno de espejitos relucientes; arriba, se iluminaba el verdor del bosque, el blanco deslumbrante de la sierra aún nevada y los impresionantes picos Mulhacén y Veleta rasgaban el cielo azul. Las vistas eran sobrecogedoras por la altitud, por la belleza, por la tranquilidad. Desayunaron contemplando aquel paisaje tan hermoso antes de empezar su investigación.

Antonio
—Vamos a buscar un lugar adecuado para los linces. ¿Sabéis cuál es su hábitat?
—Viven en zonas arboladas, pero con pastos en los que haya arbustos para refugiarse o esconderse cuando van de caza —especificó JULIO.
—Necesitan un territorio de unos 10km2 para vivir, es… ¡como 100 campos de fútbol! —aclaró SUSANA para que los demás se hicieran una idea de la extensión.
—Buscarán cubiles de roca, troncos o matorral donde criar a sus cachorros —explicó AMIR.
—Sobre todo, que tenga muchos conejos, roedores, aves, rayones, corzos… para alimentarse —añadió ÁLEX.
— ¡Caray! Habéis estudiado el tema a fondo —exclamó Antonio sorprendido—. Vamos a repartirnos en cuatro grupos y exploraremos esta sierra. Anotad en vuestros cuadernos de campo las plantas y los animales que encontréis, en especial, los conejos y las liebres.

Conejo

La liebre tiene las orejas más grandes que las del conejo
Cada equipo partió en dirección a un punto cardinal: norte, sur, este y oeste. Cristina y DALILA, VÍCTOR, ISABELLA, AMIR, IKER, NORA, JASSMIN, SUSI y TAREK se dirigieron al oeste por un terreno bastante pedregoso. NORA iba apuntando la fauna y DALILA la flora que los demás les dictaban: «Roble melojo, pino nevadensis, encina, enebro, majuelo, lentisco, acebuche, madreselva…» cuando, de pronto, se giran y DALILA ya no está.
— ¿Dónde te has metido, DALILA? ¡DALILA! —la llamó VÍCTOR a gritos. Pero su compañera no contestaba.
Cristina y el resto del grupo, que habían escuchado los gritos, se acercaron enseguida a ver qué sucedía. ¿Dónde estaba DALILA? ¿Cómo había desaparecido de forma tan misteriosa? Todos estaban en tensión, la voz se les estrangulaba en la garganta y apenas podían hablar. Empezaron a buscarla de inmediato.
DALILA abrió los ojos, estaba oscuro, el brazo le dolía y notó un escozor tremendo en la mejilla. ¡Qué angustia! Había perdido el conocimiento durante unos minutos, pero recordaba dónde estaba y gritó, gritó con todas sus fuerzas.
— ¡Socorro! ¡He caído en un agujero!
 
¿Estás ahí, Dalila? -preguntaba Víctor
La voz de DALILA rompió el silencio y resonó por toda la montaña en forma de eco. Sus compañeros acudieron al instante. Cristina sacó una cuerda de la mochila y la anudó a un árbol, luego se descolgó por ella hasta el interior de una pequeña cueva. Las dos se abrazaron felices de verse. La niña no se había roto nada, tenía algunos rasguños en la cara y estaba un poco asustada; pero solo un poco porque los agentes especiales, cuando se acuerdan de que son agentes especiales, enseguida, se olvidan del miedo y se ponen a buscar una solución a cualquier problema.
—He atado a DALILA. Por favor, tirad de la cuerda para subirla —pidió Cristina a los chicos. Y estos se colocaron a lo largo de la cuerda, la sujetaron con fuerza y empezaron a izarla. Después subió Cristina trepando con mucha agilidad.
—Esta seño es muy mona, mona por guapa y por trepadora —pensó en voz alta JASSMIN y todos se echaron a reír de buena gana, tanto por la ocurrencia de JASSMIN como por la satisfacción de haber rescatado a DALILA
Por la tarde los grupos volvieron a reunirse y pusieron en común sus hallazgos. La zona oeste estaba llena de grietas, igual que había caído DALILA podían caer los linces, así pues, no era recomendable. Al sur, había algunas casas rurales y por ello tráfico de coches y presencia humana. El Este y el Norte, parecían cumplir con todos los requisitos: vegetación mixta de bosque y prados con arbustos y presencia de conejos.
—Muchas gracias, chicos. Ha sido un gran trabajo. Ahora necesitamos vuestra ayuda en asuntos técnicos. Es preciso construir un cercado para tener a los linces durante los primeros meses y otro donde criar conejos de monte para alimentarlos. ¿Podéis ayudarnos con los cálculos?

—Expertos en dibujo, matemáticas y dinero acercaos, por favor —pidió Cristina—. Dibujad un cercado rectangular de 100m de lado por 150m, y dentro de ese, dos cercados más pequeños cuadrados de 3m de lado. ¿Cuántos metros de tela metálica harán falta?
—Para el cercado grande: 100+150+100+150 —Iba sumando CÉSAR—, 500 metros.
—El cercado pequeño tiene 4 lados de 2m, eso sería 4 por 2 igual a 8m —dijo ERICK.
—Como tenemos 2 cercados pequeños de 8m, multiplicamos 2 por 8 y nos da 16m —calculó ISABELLA.
—En total 500m+16m=516m —dijo TAREK.

—Si la tela cuesta  2€ el metro, ¿cuánto dinero valdrá? —preguntó Antonio.
—Pues fácil, multiplica 2€ por 516m, son 1032€ —contestó SUSI enseguida.
—Estupendo. Veo que se os dan bien los cálculos.
Empezaba a anochecer y bajaron hasta un refugio que Cristina conocía en la Alpujarra. Encendieron una hoguera en la chimenea y cenaron charlando animadamente. Antonio encargó por teléfono la tela metálica para vallado cinegético, pues quería empezar a instalar los cercados a la mañana siguiente.
—A ver… ahora calcularemos los conejos.  Un lince come un conejo al día. Si tenemos los linces en el cercado desde marzo hasta junio, ¿cuántos días son? —preguntó CRISTINA.
—31 días de marzo + 30 días de abril + 31 días mayo + 30 días junio = 122 días —dijo ALBERTO.
—Si comen un conejo al día…, 1 por 122, necesitamos 122 conejos —dedujo AURORA.
—No, necesitamos el doble porque hay dos linces. Hay que multiplicar por 2. Son 122x2=244 conejos —acertó IVÁN.
— ¿Os cuento algo curioso? —preguntó Cristina—. Las matemáticas están en la naturaleza, también en los conejos. Veréis: si traemos una pareja de conejos pequeños tardarán dos meses en crecer y poder tener crías. Si nos quedamos dos crías, a los tres meses tendremos tres parejas: la de conejos jóvenes que todavía están creciendo, la de conejos mayores que volverán a criar y nos darán dos conejitos más.  

— ¡Uy, qué lío de conejos! ¿Qué es lo curioso? —quiso saber NORA.
—Fíjate en esta lista de números: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… cada número es la suma de los dos anteriores y es la cantidad de parejas de conejos que hay cada mes. Se llama sucesión de Fibonacci. A ver si me decís  a partir de qué mes conseguiremos 122 parejas de conejos.
—Pues 8+13= 21. Ahora la lista queda 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21 —dijo BLANCA.
Siguieron sumando: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144.
—A los once meses ya tendremos 144 parejas. Una pareja son dos conejos, así que multiplicando 144 por 2, dará 288. Tendremos bastantes conejos para los linces —dijo JULIA.
Los chicos estaban agotados, la mitad de ellos bostezaban ya con los ojos medio entornados por el sueño.
—Contar conejos duerme más que contar ovejitas, ¿podemos acostarnos y seguimos mañana con los cálculos? —suplicó VÍCTOR.
Las carcajadas de Antonio y Cristina despertaron a más de uno, pero viendo lo cansados que estaban los niños decidieron dar por terminada la jornada y todos se metieron en sus sacos a dormir.
Despertaron con el trino de: mirlos, petirrojos, herrerillos, carboneros, colirrojos, mitos,  currucas y zorzales, y se levantaron contentos y llenos de energía. Al salir del refugio, les sorprendió lo bien que olía la montaña, a hierba húmeda de rocío. Soplaba una brisilla fresca que traía el perfume de las plantas aromáticas de Sierra Nevada: tomillo, mejorana, lavanda, jara, salvia, ajedrea…  Respiraban hondo aquel aire puro tan distinto del de la ciudad.
La mañana transcurrió construyendo vivares para los conejos y colocando bebederos y comederos. Por la tarde, Antonio preguntó si había algún especialista en cultivo de plantas. Todos levantaron la mano. Antonio los miró con incredulidad.
—Es la verdad; todos somos especialistas porque en el cole trabajamos un huerto —explicó  ERICK mientras Cristina sonreía orgullosa de sus alumnos.
—Estupendo. Entonces, JULIO, ALBERTO, IKER y DALILA trasplantarán unos madroños que he traído. CÉSAR, JULIA, LAURA y SUSI sembrarán cereales para los conejos; AURORA, ERICK, SUSANA, VÍCTOR y TAREK, alfalfa; de los guisantes se encargarán JASSMIN, LAIA, IVÁN, NORA y CARINA; de las lentejas que se ocupen ÁLEX, BLANCA, ISABELLA y CAROLINA, y por último, encargaremos las zanahorias a SOFÍA, JAIME, AMIR y DAVID.
Primero, Alfredo y Miguel Ángel habían labrado con un motocultor una pequeña pradera, después, los niños enterraron con mucho cuidado todas las semillas, y finalmente, regaron en abundancia. 

Tan pronto como los cercados estuvieron levantados y el huerto empezó a dar sus frutos, llevaron unas cuantas parejas de conejos de campo, y unos meses más tarde, trasladaron a los linces.
El Comando Lobo, Cristina, Antonio y Miguel Ángel esperaban impacientes el momento de soltarlos. Descargaron las jaulas y pudieron verlos, a través de las rejas, nerviosos y asustados. Maullaban desesperados por salir.
— ¡Qué bonitos son!, pero da mucha pena verlos encerrados —se lamentó CARINA.
Los periodistas que habían venido a cubrir la noticia fotografiaron a las autoridades con los linces. Luego, los niños se colocaron detrás de las jaulas y Antonio y Miguel Ángel abrieron las portezuelas. Huyeron corriendo en dirección al pinar que había al fondo de su cercado.
—Ya sois libres. Adiós —Se despidieron los chicos. Estaban tan emocionados que más de uno tenía los ojos brillantes de lágrimas.

Ahora, los Agentes del Comando Lobo eran especialistas en lobos y, también, en linces. Aunque los niños habían vuelto a Roquetas, periódicamente subían a montaña a ver cómo evolucionaban los felinos. La adaptación había sido buena, habían encontrado refugio en una cueva y tenían abundancia de conejos para alimentarse. Seguían ocupándose del huerto con cariño: limpiando, regando y cosechando. El proyecto de recuperación del lince iba muy bien hasta el diez de mayo.
—Comando Lobo, tenemos una alerta roja: los linces han desaparecido —anunció Cristina a sus alumnos con tono de pesar—. Cerrad los libros. Nos vamos de inmediato.
Antonio y sus compañeros ya les estaban esperando a la puerta del colegio para llevarlos a Sierra Nevada. Pasaron la tarde explorando la zona en la que vivieron los linces para buscar pistas y no encontraron otra cosa que el cercado roto y los collares con los radiotransmisores.
—Todo el trabajo echado a perder. Como la noticia salió en los periódicos los cazadores furtivos sabían dónde ir a buscarlos —Pensó ÁLEX con acierto.
—Estoy muy enfadada porque los linces son de todos, igual que los lobos, ¡no está bien que los roben! —exclamó DAVID.
Regresaron muy apenados a sus casas. Los días transcurrían sin que apareciera ninguna pista que les llevara hasta los ladrones. Avisaron a su amiga Sheila de la Policía Nacional por si conocía a traficantes de animales en la zona, pero tampoco sabía nada. 

Quiso la casualidad que llegara un circo a Roquetas de Mar y se instalara en un descampado que había delante del colegio «La Romanilla». Estaba tan cerca que, al salir de clase, muchos alumnos fueron a ver a los animales que traían en aquellos grandes carromatos: cebras, elefantes, tigres, leones, perros, caballos…
—Están muy delgados. Parecen enfermos y tristes —observó JULIO.
—Es normal, ¿cómo estarías tú si te pasaras la vida encerrado en una jaula? ¿Te gustaría ser esclavo? —preguntó CÉSAR.
—Para adiestrarlos les pegan y les maltratan hasta que obedecen y hacen toda clase de tonterías para el espectáculo circense —explicó AURORA.
Ya se marchaban muy disgustados con este tipo de circos que usa animales cuando se les acercó un payaso y les invitó a fotografiarse con un lince. A todos les dio un vuelco el corazón, se miraron unos a otros como si todos tuvieran el mismo presentimiento. ¿Serían sus linces? Para no levantar sospechas no comentaron nada y siguieron al payaso fotógrafo. 


Los llevó a una carpa en la que había dos linces. Se quedaron un poco desanimados porque aquellos felinos estaban medio atontados y sus linces salvajes jamás estarían tan tranquilos. Todos creyeron reconocerlos, sin embargo… había algo muy raro. Cristina les hizo una señal para que callaran. Se hicieron una foto. Cristina la pagó y se la llevaron.
Se alejaron un poco del circo y, entonces, la señorita les confirmó lo que todos sospechaban:
—Creo que son nuestros linces —explicó mientras cogía el teléfono móvil para llamar a Sheila y a Antonio. Luego les dijo que tenían que vigilar al payaso para que no se llevara a los linces, así que volvieron a la carpa y le dijeron al payaso que, además de la foto en grupo, querían una con cada niño. De esta forma lo tendrían atareado y controlado. 

Al instante llegaron las patrullas de la Policía Nacional. El payaso intentó escapar, pero el Comando Lobo lo rodeó y, tirando de su ropa, lo hicieron caer al suelo, entonces, entró Sheila y lo inmovilizó con una llave de judo. Examinó a los linces: estaban soñolientos y tenían las pupilas muy dilatadas.
—Estos son los linces de la reserva. Los han drogado para que estén quietos y no ataquen a las personas.
— ¡Qué malvados son los de este circo! —dijo IVÁN enfadadísimo.
 Alejandra, la veterinaria, se llevó a los linces a su clínica para revisarlos. Aunque estaban desnutridos y les habían contagiado unas llagas en la piel, no era grave.
—Suerte que los hemos encontrado a tiempo. Ya no sufriréis más lincitos —los consoló SOFÍA.
—Cuando Alejandra os cure, volveréis a Sierra Nevada y os daremos gallinas y conejos para que estéis bien alimentados y no enferméis —les prometió BLANCA.
— ¿Y si los cazadores furtivos vuelven a robarlos? —ALBERTO preguntó lo que todos estaban pensando.
—Tengo una idea: los vigilaremos. Seño, ¿podemos quedarnos en el refugio de la montaña con los linces hasta que puedan vivir fuera del cercado? —propuso JULIA.
—Bien pensado —contestó Cristina—. Daremos clase en el refugio. Además será una buena ocasión para que aprendáis más sobre: flora, fauna, geología, estrellas y planetas… 

¡Qué contentos se pusieron todos! Estar en plena naturaleza era lo que más les gustaba. Sierra Nevada estaba realmente bella a finales de la primavera: un verde recién estrenado brillaba en los árboles, en los arbustos; millones de flores de todos los colores decoraban las praderas y los roquedos; la nieve que se fundía creaba arroyuelos y charcas. Las aves cantaban, las ranas les contestaban croando, el viento levantaba murmullos entre las hojas del bosque. Y los Agentes del Comando Lobo jugaban, investigaban, vigilaban a los linces y disfrutaban de una naturaleza espléndida. 

Pronto llegó el día de soltar a los felinos para que vivieran libres fuera del vallado.
—Antes de que os marchéis quiero daros un consejo: muchos hombres son peligrosos, no os fiéis de ellos y alejaos de las carreteras sino os atropellarán los coches —les advirtió SUSANA.
—Estoy contenta y triste al mismo tiempo —confesó LAIA—. Triste porque se van los linces y contenta porque estarán libres.
Los demás sentían lo mismo, pero quedárselos era como condenarlos a prisión de por vida y nadie quería convertirlos en prisioneros. Así que les abrieron las puertas y los linces salieron tranquilamente, observaron el paisaje y se fueron hacia unas rocas, subieron de un formidable salto y, luego, se volvieron y miraron a los niños como si se estuvieran despidiendo de ellos.
—Adiós, amigos. Mucha suerte —les deseó CAROLINA.
— ¿Sabéis una cosa? —preguntó JAIME—, creía que despedirme de los linces me daría mucha pena, pero resulta que verlos fuera de las rejas, en libertad, tan bonitos sobre esos peñascos, me ha alegrado un montón. Estoy contento por ellos.
—Sí, yo también —admitió LAURA—. Ojalá tengan muchas crías. ¡¡Larga vida a los linces!!
—¡¡Larga vida a los linces!! —secundaron los demás. A modo de respuesta, se oyó el ronco maullido de los felinos desde el bosque.
Sierra Nevada ya tiene su pareja de linces, Sierra Nevada ya tiene otro tesoro.




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