Temas que se tratan en este relato
Proyecto Lince. La reintroducción de una pareja de linces da pie al estudio de todo
lo referido a este felino en peligro de extinción: hábitat, alimentación,
peligros a los que se enfrenta, etc. Pueden dedicarle una ficha de su cuaderno
de campo.
Matemáticas. En este relato se les pide colaboración como especialistas en
cálculo. Es una forma de darles a entender la utilidad de las matemáticas. Como
curiosidad y para que practiquen sumas (2º primaria) he incluido la sucesión de
Fibonacci. Si se desea, puede eliminarse esa parte borrando el texto de color
malva.
Vocabulario. Los agentes especiales conocen palabras especiales como: cubil, vivar de
conejos, vallado cinegético, canchal, roquedo, berrocal o los nombres de aves y plantas.
Geografía.
En color malva están remarcados los lugares que conviene cambiar por unos más
próximos a la zona de otros niños protagonistas.
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Al final de la clase, colgaba un
panel con los nombres de los alumnos expertos en distintas materias. Antonio y
Cristina llevaban unos minutos frente a él comentando algo.
—Ya ves que tenemos
especialistas en felinos, también, en economía, en plantas… —explicó Cristina.
—Necesito que sepan matemáticas.
En esta misión son importantes.
— ¡Oye!, que mis alumnos suman,
restan y ya están aprendiendo las tablas de multiplicar.
Los niños esperaban intrigados
porque, cuando Antonio aparecía por el colegio «La
Romanilla» de Roquetas de Mar, era
para adiestrarlos como agentes especiales del Comando Lobo o para llevárselos
en alguna misión. Habían escuchado las palabras misión, sumar y tablas de
multiplicar; pero ¿qué tenían que ver las matemáticas con las misiones?
—Escuchadme un momento, chicos. Nos
han pedido ayuda para un proyecto, aunque es imprescindible que los
colaboradores sepan matemáticas. ¿Tenemos algún especialista en esta asignatura?
—preguntó Antonio.
—Las Mates no es que nos gusten
mucho, la verdad… —confesó ELENA por lo bajini.
— ¡Por supuesto que sabemos Matemáticas!
—dijo alto y claro SOFÍA.
— ¿De qué va el proyecto? —quiso
saber CAROLINA.
—El lince ibérico es un animal
parecido a un gato muy grande, pertenece a la familia de los felinos como el
león y el tigre. Tiene unas orejas con pinceles, barba, cola corta y pelaje
moteado. Solo vive en España y está en peligro de extinción.
— ¿Extinción significa que ya no
queda ninguno? —preguntó IKER.
—Exacto. Hay tan pocos que, si
no los cuidamos, desaparecerán para siempre, se extinguirán. Hay personas intentando
evitar que esto ocurra; crían linces que luego sueltan en la sierra para que vivan en libertad. Quieren traer una pareja a Almería y me preguntaron si el Comando Lobo
colaboraría en este proyecto.
— ¡Hombre, claro que sí!
—exclamó LAURA dispuesta a todo.
—Os advierto de que no es una
misión como las anteriores, no vamos a hacer rescates, esta vez necesitamos
técnicos, agentes que sepan calcular, que entiendan de biología…
—Antonio, somos buenos en Mates
y, también, en Ciencias Naturales —insistió DAVID.
—Entonces, cuento con vosotros.
El sábado saldremos al monte a investigar dónde podrían vivir los linces. Antes
de eso, procurad informaros bien sobre todo lo relacionado con este felino:
alimentación, hábitat, costumbres, forma de cazar, cría…
— ¿Hacemos una como una ficha
del cuaderno de campo? —preguntó JAIME.
—Muy bien pensado, JAIME. Reunid
todos los datos que podáis. Nos vemos el sábado.
Antonio se fue a comunicar a las
autoridades que el Comando Lobo ya estaba trabajando en el proyecto. En el
colegio «La Romanilla» hacía poco que habían
inaugurado una biblioteca estupenda y Cristina los llevó para que empezaran a
investigar.
Buscaron en la enciclopedia y en
los libros de fauna toda la información sobre linces y la anotaron en sus
cuadernos de campo. Después estuvieron un rato dibujando aquel gatazo tan
elegante con sus pincelitos en las orejas, sus largos bigotes y su barba.
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La Biblioteca del cole «La Romanilla» es chulísima. |
Aún era de noche cuando, el
sábado, los Agentes del Comando Lobo se reunieron a la puerta del colegio con
sus mochilas. Las caritas de sueño y frío se transformaron en sonrisas y
excitación al ver llegar los todoterrenos.
— ¡Buenos días, Cristina! —saludó
Antonio—. ¡Hola, chavales! ¿Estáis despiertos o qué? Estos son mis compañeros:
Miguel Ángel, Margarita y Alfredo. Subid a los coches que nos vamos.
Los chicos se repartieron entre
los cinco vehículos y emprendieron el viaje. Mientras ellos ascendían a Sierra Nevada el sol aparecía sobre el mar y se
desperezaba estirando lentamente sus rayos, luego se lavaba la cara en el agua
y, despierto ya, empezaba a brillar y a calentar Almería.
Allá abajo, el mar parecía lleno de espejitos relucientes; arriba, se iluminaba
el verdor del bosque, el blanco deslumbrante de la sierra aún nevada y los
impresionantes picos Mulhacén y Veleta rasgaban el cielo azul. Las vistas eran
sobrecogedoras por la altitud, por la belleza, por la tranquilidad. Desayunaron
contemplando aquel paisaje tan hermoso antes de empezar su investigación.
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Antonio |
—Vamos a buscar un lugar
adecuado para los linces. ¿Sabéis cuál es su hábitat?
—Viven en zonas arboladas, pero
con pastos en los que haya arbustos para refugiarse o esconderse cuando van de
caza —especificó JULIO.
—Necesitan un territorio de unos
10km2 para vivir, es… ¡como 100 campos de fútbol! —aclaró SUSANA
para que los demás se hicieran una idea de la extensión.
—Buscarán cubiles de roca,
troncos o matorral donde criar a sus cachorros —explicó AMIR.
—Sobre todo, que tenga muchos
conejos, roedores, aves, rayones, corzos… para alimentarse —añadió ÁLEX.
— ¡Caray! Habéis estudiado el
tema a fondo —exclamó Antonio sorprendido—. Vamos a repartirnos en cuatro
grupos y exploraremos esta sierra. Anotad en vuestros cuadernos de campo las
plantas y los animales que encontréis, en especial, los conejos y las liebres.
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Conejo |
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La liebre tiene las orejas más grandes que las del conejo |
Cada equipo partió en dirección
a un punto cardinal: norte, sur, este y oeste. Cristina y DALILA, VÍCTOR, ISABELLA,
AMIR, IKER, NORA, JASSMIN, SUSI y TAREK se dirigieron al oeste por un terreno
bastante pedregoso. NORA iba apuntando la fauna y DALILA la flora que los demás
les dictaban: «Roble melojo, pino nevadensis,
encina, enebro, majuelo, lentisco, acebuche, madreselva…» cuando, de pronto, se
giran y DALILA ya no está.
— ¿Dónde te has metido, DALILA?
¡DALILA! —la llamó VÍCTOR a gritos. Pero su compañera no contestaba.
Cristina y el resto del grupo,
que habían escuchado los gritos, se acercaron enseguida a ver qué sucedía. ¿Dónde
estaba DALILA? ¿Cómo había desaparecido de forma tan misteriosa? Todos estaban
en tensión, la voz se les estrangulaba en la garganta y apenas podían hablar. Empezaron
a buscarla de inmediato.
DALILA abrió los ojos, estaba
oscuro, el brazo le dolía y notó un escozor tremendo en la mejilla. ¡Qué
angustia! Había perdido el conocimiento durante unos minutos, pero recordaba
dónde estaba y gritó, gritó con todas sus fuerzas.
La voz de DALILA rompió el
silencio y resonó por toda la montaña en forma de eco. Sus compañeros acudieron
al instante. Cristina sacó una cuerda de la mochila y la anudó a un árbol,
luego se descolgó por ella hasta el interior de una pequeña cueva. Las dos se
abrazaron felices de verse. La niña no se había roto nada, tenía algunos
rasguños en la cara y estaba un poco asustada; pero solo un poco porque los
agentes especiales, cuando se acuerdan de que son agentes especiales,
enseguida, se olvidan del miedo y se ponen a buscar una solución a cualquier
problema.
—He atado a DALILA. Por favor,
tirad de la cuerda para subirla —pidió Cristina a los chicos. Y estos se
colocaron a lo largo de la cuerda, la sujetaron con fuerza y empezaron a
izarla. Después subió Cristina trepando con mucha agilidad.
—Esta seño es muy mona, mona por
guapa y por trepadora —pensó en voz alta JASSMIN y todos se echaron a reír de
buena gana, tanto por la ocurrencia de JASSMIN como por la satisfacción de
haber rescatado a DALILA
Por la tarde los grupos
volvieron a reunirse y pusieron en común sus hallazgos. La zona oeste estaba
llena de grietas, igual que había caído DALILA podían caer los linces, así
pues, no era recomendable. Al sur, había algunas casas rurales y por ello
tráfico de coches y presencia humana. El Este y el Norte, parecían cumplir con
todos los requisitos: vegetación mixta de bosque y prados con arbustos y
presencia de conejos.
—Muchas gracias, chicos. Ha sido
un gran trabajo. Ahora necesitamos vuestra ayuda en asuntos técnicos. Es
preciso construir un cercado para tener a los linces durante los primeros meses
y otro donde criar conejos de monte para alimentarlos. ¿Podéis ayudarnos con
los cálculos?
—Expertos en dibujo, matemáticas
y dinero acercaos, por favor —pidió Cristina—. Dibujad un cercado rectangular
de 100m de lado por 150m, y dentro de ese, dos cercados más pequeños cuadrados de
3m de lado. ¿Cuántos metros de tela metálica harán falta?
—Para el cercado grande:
100+150+100+150 —Iba sumando CÉSAR—, 500 metros.
—El cercado pequeño tiene 4
lados de 2m, eso sería 4 por 2 igual a 8m —dijo ERICK.
—Como tenemos 2 cercados
pequeños de 8m, multiplicamos 2 por 8 y nos da 16m —calculó ISABELLA.
—Si la tela cuesta 2€ el metro, ¿cuánto dinero valdrá? —preguntó
Antonio.
—Pues fácil, multiplica 2€ por
516m, son 1032€ —contestó SUSI enseguida.
—Estupendo. Veo que se os dan
bien los cálculos.
Empezaba a anochecer y bajaron
hasta un refugio que Cristina conocía en la Alpujarra.
Encendieron una hoguera en la chimenea y cenaron charlando animadamente. Antonio
encargó por teléfono la tela metálica para vallado cinegético, pues quería
empezar a instalar los cercados a la mañana siguiente.
—A ver… ahora calcularemos los
conejos. Un lince come un conejo al día.
Si tenemos los linces en el cercado desde marzo hasta junio, ¿cuántos días son?
—preguntó CRISTINA.
—31 días de marzo + 30 días de
abril + 31 días mayo + 30 días junio = 122 días —dijo ALBERTO.
—Si comen un conejo al día…, 1
por 122, necesitamos 122 conejos —dedujo AURORA.
—No, necesitamos el doble porque
hay dos linces. Hay que multiplicar por 2. Son 122x2=244 conejos —acertó IVÁN.
— ¿Os cuento algo
curioso? —preguntó Cristina—. Las matemáticas están en la naturaleza, también
en los conejos. Veréis: si traemos una pareja de conejos pequeños tardarán dos
meses en crecer y poder tener crías. Si nos quedamos dos crías, a los tres
meses tendremos tres parejas: la de conejos jóvenes que todavía están
creciendo, la de conejos mayores que volverán a criar y nos darán dos conejitos
más.
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— ¡Uy, qué lío de
conejos! ¿Qué es lo curioso? —quiso saber NORA.
—Fíjate en esta
lista de números: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… cada número es la suma de los dos anteriores y es
la cantidad de parejas de conejos que hay cada mes. Se llama sucesión de
Fibonacci. A ver si me decís a partir de
qué mes conseguiremos 122 parejas de conejos.
—Pues 8+13= 21.
Ahora la lista queda 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21 —dijo BLANCA.
Siguieron sumando:
1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144.
—A los once meses
ya tendremos 144 parejas. Una pareja son dos conejos, así que multiplicando 144
por 2, dará 288. Tendremos bastantes conejos para los linces —dijo JULIA.
Los chicos estaban agotados, la
mitad de ellos bostezaban ya con los ojos medio entornados por el sueño.
—Contar conejos duerme más que
contar ovejitas, ¿podemos acostarnos y seguimos mañana con los cálculos?
—suplicó VÍCTOR.
Las carcajadas de Antonio y
Cristina despertaron a más de uno, pero viendo lo cansados que estaban los
niños decidieron dar por terminada la jornada y todos se metieron en sus sacos a
dormir.
Despertaron con el trino de:
mirlos, petirrojos, herrerillos, carboneros, colirrojos, mitos, currucas y zorzales, y se levantaron
contentos y llenos de energía. Al salir del refugio, les sorprendió lo bien que
olía la montaña, a hierba húmeda de rocío. Soplaba una brisilla fresca que
traía el perfume de las plantas aromáticas de Sierra Nevada: tomillo, mejorana,
lavanda, jara, salvia, ajedrea… Respiraban
hondo aquel aire puro tan distinto del de la ciudad.
La mañana transcurrió construyendo
vivares para los conejos y colocando bebederos y comederos. Por la tarde,
Antonio preguntó si había algún especialista en cultivo de plantas. Todos
levantaron la mano. Antonio los miró con incredulidad.
—Es la verdad; todos somos
especialistas porque en el cole trabajamos un huerto —explicó ERICK mientras Cristina sonreía orgullosa de
sus alumnos.
—Estupendo. Entonces, JULIO, ALBERTO, IKER y DALILA trasplantarán unos madroños que he traído. CÉSAR, JULIA, LAURA y SUSI
sembrarán cereales para los conejos; AURORA, ERICK, SUSANA, VÍCTOR y TAREK, alfalfa;
de los guisantes se encargarán JASSMIN, LAIA, IVÁN, NORA y CARINA; de las
lentejas que se ocupen ÁLEX, BLANCA, ISABELLA y CAROLINA, y por último,
encargaremos las zanahorias a SOFÍA, JAIME, AMIR y DAVID.
Primero, Alfredo y Miguel Ángel habían
labrado con un motocultor una pequeña pradera, después, los niños enterraron
con mucho cuidado todas las semillas, y finalmente, regaron en abundancia.
Tan pronto como los cercados estuvieron
levantados y el huerto empezó a dar sus frutos, llevaron unas cuantas parejas
de conejos de campo, y unos meses más tarde, trasladaron a los linces.
El Comando Lobo, Cristina,
Antonio y Miguel Ángel esperaban impacientes el momento de soltarlos. Descargaron
las jaulas y pudieron verlos, a través de las rejas, nerviosos y asustados.
Maullaban desesperados por salir.
— ¡Qué bonitos son!, pero da
mucha pena verlos encerrados —se lamentó CARINA.
Los periodistas que habían
venido a cubrir la noticia fotografiaron a las autoridades con los linces.
Luego, los niños se colocaron detrás de las jaulas y Antonio y Miguel Ángel
abrieron las portezuelas. Huyeron corriendo en dirección al pinar que había al
fondo de su cercado.
—Ya sois libres. Adiós —Se
despidieron los chicos. Estaban tan emocionados que más de uno tenía los ojos
brillantes de lágrimas.
Ahora, los Agentes del Comando
Lobo eran especialistas en lobos y, también, en linces. Aunque los niños habían
vuelto a Roquetas, periódicamente subían a montaña a ver cómo evolucionaban los
felinos. La adaptación había sido buena, habían encontrado refugio en una cueva
y tenían abundancia de conejos para alimentarse. Seguían ocupándose del huerto
con cariño: limpiando, regando y cosechando. El proyecto de recuperación del
lince iba muy bien hasta el diez de mayo.
—Comando Lobo, tenemos una
alerta roja: los linces han desaparecido —anunció Cristina a sus alumnos con
tono de pesar—. Cerrad los libros. Nos vamos de inmediato.
Antonio y sus compañeros ya les
estaban esperando a la puerta del colegio para llevarlos a Sierra Nevada. Pasaron la tarde explorando la zona
en la que vivieron los linces para buscar pistas y no encontraron otra cosa que
el cercado roto y los collares con los radiotransmisores.
—Todo el trabajo echado a perder.
Como la noticia salió en los periódicos los cazadores furtivos sabían dónde ir
a buscarlos —Pensó ÁLEX con acierto.
—Estoy muy enfadada porque los
linces son de todos, igual que los lobos, ¡no está bien que los roben! —exclamó
DAVID.
Regresaron muy apenados a sus
casas. Los días transcurrían sin que apareciera ninguna pista que les llevara
hasta los ladrones. Avisaron a su amiga Sheila de la Policía Nacional por si
conocía a traficantes de animales en la zona, pero tampoco sabía nada.
Quiso la casualidad que llegara
un circo a Roquetas de Mar y se instalara en
un descampado que había delante del colegio «La
Romanilla». Estaba tan cerca que, al salir de clase, muchos alumnos
fueron a ver a los animales que traían en aquellos grandes carromatos: cebras,
elefantes, tigres, leones, perros, caballos…
—Están muy delgados. Parecen
enfermos y tristes —observó JULIO.
—Es normal, ¿cómo estarías tú si
te pasaras la vida encerrado en una jaula? ¿Te gustaría ser esclavo? —preguntó CÉSAR.
—Para adiestrarlos les pegan y
les maltratan hasta que obedecen y hacen toda clase de tonterías para el
espectáculo circense —explicó AURORA.
Ya se marchaban muy disgustados
con este tipo de circos que usa animales cuando se les acercó un payaso y les
invitó a fotografiarse con un lince. A todos les dio un vuelco el corazón, se
miraron unos a otros como si todos tuvieran el mismo presentimiento. ¿Serían
sus linces? Para no levantar sospechas no comentaron nada y siguieron al payaso
fotógrafo.
Los llevó a una carpa en la que
había dos linces. Se quedaron un poco desanimados porque aquellos felinos
estaban medio atontados y sus linces salvajes jamás estarían tan tranquilos. Todos
creyeron reconocerlos, sin embargo… había algo muy raro. Cristina les hizo una
señal para que callaran. Se hicieron una foto. Cristina la pagó y se la
llevaron.
Se alejaron un poco del circo y,
entonces, la señorita les confirmó lo que todos sospechaban:
—Creo que son nuestros linces
—explicó mientras cogía el teléfono móvil para llamar a Sheila y a Antonio.
Luego les dijo que tenían que vigilar al payaso para que no se llevara a los
linces, así que volvieron a la carpa y le dijeron al payaso que, además de la
foto en grupo, querían una con cada niño. De esta forma lo tendrían atareado y
controlado.
Al instante llegaron las
patrullas de la Policía Nacional. El payaso intentó escapar, pero el Comando
Lobo lo rodeó y, tirando de su ropa, lo hicieron caer al suelo, entonces, entró
Sheila y lo inmovilizó con una llave de judo. Examinó a los linces: estaban
soñolientos y tenían las pupilas muy dilatadas.
—Estos son los linces de la
reserva. Los han drogado para que estén quietos y no ataquen a las personas.
— ¡Qué malvados son los de este
circo! —dijo IVÁN enfadadísimo.
Alejandra, la veterinaria, se llevó a los linces
a su clínica para revisarlos. Aunque estaban desnutridos y les habían
contagiado unas llagas en la piel, no era grave.
—Suerte que los hemos encontrado a
tiempo. Ya no sufriréis más lincitos —los consoló SOFÍA.
—Cuando Alejandra os cure,
volveréis a Sierra Nevada y os daremos
gallinas y conejos para que estéis bien alimentados y no enferméis —les
prometió BLANCA.
— ¿Y si los cazadores furtivos
vuelven a robarlos? —ALBERTO preguntó lo que todos estaban pensando.
—Tengo una idea: los
vigilaremos. Seño, ¿podemos quedarnos en el refugio de la montaña con los
linces hasta que puedan vivir fuera del cercado? —propuso JULIA.
—Bien pensado —contestó
Cristina—. Daremos clase en el refugio. Además será una buena ocasión para que
aprendáis más sobre: flora, fauna, geología, estrellas y planetas…
¡Qué contentos se pusieron
todos! Estar en plena naturaleza era lo que más les gustaba. Sierra Nevada estaba realmente bella a finales de
la primavera: un verde recién estrenado brillaba en los árboles, en los
arbustos; millones de flores de todos los colores decoraban las praderas y los
roquedos; la nieve que se fundía creaba arroyuelos y charcas. Las aves
cantaban, las ranas les contestaban croando, el viento levantaba murmullos
entre las hojas del bosque. Y los Agentes del Comando Lobo jugaban,
investigaban, vigilaban a los linces y disfrutaban de una naturaleza
espléndida.
Pronto llegó el día de soltar a
los felinos para que vivieran libres fuera del vallado.
—Antes de que os marchéis quiero
daros un consejo: muchos hombres son peligrosos, no os fiéis de ellos y alejaos
de las carreteras sino os atropellarán los coches —les advirtió SUSANA.
—Estoy contenta y triste al
mismo tiempo —confesó LAIA—. Triste porque se van los linces y contenta porque
estarán libres.
Los demás sentían lo mismo, pero
quedárselos era como condenarlos a prisión de por vida y nadie quería
convertirlos en prisioneros. Así que les abrieron las puertas y los linces
salieron tranquilamente, observaron el paisaje y se fueron hacia unas rocas,
subieron de un formidable salto y, luego, se volvieron y miraron a los niños
como si se estuvieran despidiendo de ellos.
—Adiós, amigos. Mucha
suerte —les deseó CAROLINA.
— ¿Sabéis una cosa? —preguntó JAIME—,
creía que despedirme de los linces me daría mucha pena, pero resulta que verlos
fuera de las rejas, en libertad, tan bonitos sobre esos peñascos, me ha alegrado
un montón. Estoy contento por ellos.
—Sí, yo también —admitió LAURA—.
Ojalá tengan muchas crías. ¡¡Larga vida a los linces!!
—¡¡Larga vida a los linces!! —secundaron
los demás. A modo de respuesta, se oyó el ronco maullido de los felinos desde
el bosque.
©
Reservados todos los derechos.
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