lunes, 20 de febrero de 2017

Un gorrión en el cole

Gorrión común - macho
Un relato para trabajar con los niños la conservación de los pájaros. La Sociedad Española de Ornitología escogió al gorrión como ave del año 2016 por ser una especie cuya población está en declive. Al ser una especie oportunista se recuperaría a poco que le facilitáramos la existencia. Otras especies, sin embargo, tienen un futuro mucho más complicado. Bueno será que la juventud tenga consciencia de ello. 
Por cierto, aunque la escena de los padres parezca exagerada por histérica, se dio en la vida real. Existen hombres y mujeres con un miedo irracional a los pájaros. Conviene, pues, que enseñemos a los chavales a no temer lo que no representa ningún peligro. 

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Gorrión común - macho

Unos alaridos escalofriantes se escuchaban en el colegio «La Romanilla» de Roquetas de Mar.  Y golpes, y estruendo de objetos cayendo al suelo. La secretaria dio la voz de alarma al Comando Lobo.
—Unos padres están reunidos con la directora. Al parecer, hay un bicho en el despacho y se ha armado follón impresionante. Necesitamos vuestra ayuda.
Cristina y sus alumnos la siguieron corriendo.
— ¿Qué animal es? ¿Una tarántula venenosa? ¿Una víbora? ¿Un tigre del circo que se ha escapado? ¿Una plaga de cucarachas? A lo mejor es un ratón… —aventuró JULIO.
—No sé, chicos.
Todas la madres chillan alguna vez, eso ya lo sabemos; pero, sin duda, aquella era la campeona de todas las campeonas.
— ¡Aaaah! —Se escuchaban los gritos atronadores en todo el colegio.


Al entrar en el despacho, encontraron un estropicio tremendo: sillas por el suelo, libros y documentos desparramados, lámparas rotas… La directora estaba en un rincón con cara de incredulidad; el padre, encima de la mesa; la madre, escondida en un armario. ¿Y el terrible bicho? ¡Ah, pues ni idea! Allí no se veía ninguno.
— ¿Qué ha sucedido aquí? —preguntó Cristina—. ¿En qué podemos ayudaros?
— ¡Llevaos al monstruo! ¡No pienso salir hasta que no os llevéis ese monstruo! —exclamó la madre entreabriendo un poco la puerta del armario.
—Tranquila, señora. ¿Dónde está el animal? —intentó apaciguarla  NORA.
El padre, un poco avergonzado al ver que los niños no se asustaban, bajó de la mesa. Por más que buscaban, los agentes del Comando Lobo no encontraban ningún bicho peligroso. Cristina miró a la directora.
—Estábamos sentados hablando muy tranquilos y, de repente, un gorrión se ha colado por la ventana y ha aterrizado encima de la mesa. Los padres se han asustado y han armado todo este lío dando manotazos al pájaro, empujándose y gritando.


— ¿El monstruo peligroso es un gorrión? —preguntó IVÁN un tanto sorprendido.
—Pues sí —contestó la directora—. Lo sé: un comportamiento exagerado, pero… —les susurró con discreción para que no la oyera la madre.
—Torcuata, sal de ahí, por favor —le suplicaba el marido—. El peligro ya ha pasado. Estás haciendo el ridículo.
— ¡Te digo que no salgo hasta que maten al pajarraco ese!
Cuando los niños escucharon que pretendía que mataran al gorrión, se enfadaron mucho.
—Entonces, señora Torcuata, se quedará en el armario toda la vida porque el Comando Lobo salva animales, no los mata —le advirtió JASSMIN.
En ese momento, empezó a llorar desconsolada. 


—Hay que sosegar a esta mujer o le dará un ataque al corazón—advirtió Cristina preocupada.
—Señora, no se preocupe que nos llevaremos al gorrión y podrá salir dentro de unos minutitos —la calmó SOFÍA con un tono muy suave—. No le pasará a usted nada.
Eso era fácil de prometer y difícil de cumplir porque con el desbarajuste que habían armado no encontraban al pájaro.
—Quizá ha vuelto a salir por la ventana —supuso AMIR.
Todos los niños estaban atareados buscando al gorrión: levantaban sillas, recogían papeles, movían libros, revisaban cajones… 
— ¡Está aquí! Ha caído dentro de la papelera —dijo DAVID que siempre lo pierde todo, y mira por dónde, ese día encontró lo que nadie encontraba: el gorrión.


Se formó un corro en torno a la papelera. Al fondo, entre unos papeles arrugados, había un pollito que los miraba con ojitos muy abiertos, preso del pánico aleteaba intentando escapar.
—Este pajarito está aterrorizado. Como ha escuchado que quieren matarlo…
— ¿Hay aquí algún experto en aves? —preguntó Cristina. VÍCTOR y SUSI levantaron la mano.
—No te preocupes, seño, sabemos coger pajaritos sin despanzurrarlos —aseguró SUSI.
—Ven aquí gorrioncito—dijo VÍCTOR sujetando al ave con suavidad y firmeza al mismo tiempo. 


Los agentes especiales se llevaron al pollito a su clase; mientras, la directora le decía a la madre que ya podía salir del armario y le ofrecía un vaso de agua para tranquilizarla.
—Lo mejor será traerle una jaula al pájaro para que tenga su casa —recomendó TAREK con buena intención
—Ni se os ocurra. Se morirá. Los gorriones se agobian/estresan si están encerrados. Empiezan a revolotear muy nerviosos, se agotan y mueren —explicó ISABELLA.
— ¿Qué hacemos, entonces? —preguntó JAIME.
—Pues soltarlo, claro. Lo mejor es dejarlo en el alféizar de la ventana con un poco de agua y alpiste. Cuando esté recuperado, él solito echará a volar —sugirió CAROLINA.
Como en ese momento no tenían alpiste, echaron unas migas de pan y colocaron un cacharrito con un poco de agua, luego SUSI dejó con mucho cuidado al gorrión y se alejó lentamente de la ventana. 
Los pollitos tienen el reborde del pico amarillo
 Los chicos se sentaron en el suelo al fondo de la clase para que el gorrión no los viera cerca y se asustara, y empezaron a charlar mientras lo vigilaban.
—Mirad cómo se arregla/acicala las plumas con el pico. Es un pajarín muy presumido —afirmó BLANCA.
—Claro, si no mantiene las plumas limpias y ordenadas no puede volar bien y, además, se moriría de frío o de calor —explicó ÁLEX
—Los gorriones no es que sean muy bonitos… —comentó ELENA.
— ¿Por qué dices eso? —Quiso saber LAIA.


—Su plumaje es poco llamativo, casi aburrido.
—Eso es porque van en traje de camuflaje. Es para esconderse mejor y confundirse con el color del suelo y las plantas y que no se los coman los gatos y otros pájaros —explicó SUSANA.
— ¡Ah!, vale, ahora lo entiendo —dijo ELENA.
—Pues a mí, me parecen simpáticos. Siempre van en grupito y revolotean y pían como si estuvieran jugando todo el rato. Son como nosotros cuando nos estamos divirtiendo en el patio del cole: unos escandalosos —dijo  ERICK y se echó a reír.

Gorrión molinero
 —Tienen una alegría contagiosa. Yo me pongo contenta al oírlos cantar en el árbol que hay delante de casa —reconoció LAURA.
—Es una pena que cada vez haya menos —comentó la señorita.
— ¿Eso es verdad?
—Por desgracia, sí. Les hacemos la vida imposible: contaminamos el aire y el agua, echamos insecticidas y herbicidas que envenenan a los insectos, no les dejamos lugares para anidar, los atropellamos, se matan al chocar contra los cristales de las ventanas… son demasiados problemas y ellos son muy pequeños para luchar contra nosotros.

Gorrión atravesado por la antena del coche
Los niños se quedaron en silencio pensando y mirando al pobre gorrión que todavía estaba en la ventana. Agitó las plumas para recolocarlas y dio un saltito. Era gracioso aquel pájaro. Luego, otro saltito hasta el bote del agua y bebió un poco.
—Es un gorrión moruno —musitó VÍCTOR.
— ¿Moruno? ¿Qué quieres decir? —preguntó JULIA.
—En España, hay cinco clases de gorriones: el común, el moruno, el chillón, el alpino y el molinero; y este es un gorrión moruno —les informó VÍCTOR
— ¡Anda! No me había fijado nunca —dijo JULIA—. ¿Cómo los distingues?
—Por el color de las plumas. El moruno tiene la cabeza de color rojizo, un antifaz negro en los ojos, la mejilla blanca y unas bandas negras en la espalda y a los lados del pecho. Las hembras son menos coloridas que los machos —aclaró SUSI.

Gorrión moruno - macho
—Seño, estoy preocupada por los gorriones —confesó CÉSAR—. Yo no quiero que se acaben para siempre.
—Ni tú ni nosotros tampoco —añadieron los demás.
—Sabéis esto lo que significa, ¿no? —preguntó Cristina guiñándoles un ojo.
—Pues claro: ¡misión del Comando Lobo! —exclamaron  animados.
Al oírlos, el gorrión sobresaltado levantó el vuelo.
—Mirad: el gorrión se ha ido al árbol de enfrente —señaló IKER.
— ¡Uff, qué alivio! —Suspiró DALILA—. Estoy contenta de que pueda volar.
Al instante, una bandada de gorriones piaba y revoloteaba entre las ramas.

—Sus amigos le están dando la bienvenida y preguntándole dónde ha estado y qué le ha pasado —dijo ALBERTO imaginándose la escena.
—Pues el gorrión les explicará que se encontrado con una señora loca loca de remate y que chillaba como si un tiburón le estuviera mordiendo la pierna —añadió JAIME. Y todos se echaron a reír.
—No os riáis, todos tenemos miedo de algo: de la oscuridad, de las arañas, de los perros, de las alturas… —les regañó AURORA.
—Ya, pero ¿qué daño puede hacer un pájaro tan chiquitín? —preguntó LAIA.
—Ninguno, pero la mujer no entiende de aves y todo lo inesperado o desconocido asusta. A veces, es miedo a que puedan contagiar una enfermedad —explicó CRISTINA.
—Pueden contagiar enfermedades, pero un teléfono móvil, un asiento del autobús o un billete tienen muchísimos más microbios que un pájaro. Además, si no lo toca…, no hay peligro de nada. Y si lo toca, con lavarse las manos, problema arreglado. No hay motivo para temer a los pájaros —aseguró VÍCTOR.

Los pájaros son amigos, no hay razón para temerlos.
—Seño, ¿hablamos de la misión gorrión, porfa? —pidió CAROLINA.
—Bien. ¿Por dónde empezamos?
—Pues por el principio, como hacemos siempre. Señorita, parece mentira que no sepas cómo trabajamos en el Comando Lobo. Antes que nada, nos vamos a la biblioteca del cole a investigar al gorrión y anotamos toda la información en nuestro cuaderno de campo —dijo BLANCA.
A Cristina se le escapaba un poco la risa al escuchar a BLANCA hablando tan seria, pero llevaba razón: ese era el protocolo, así que se fueron a la biblioteca. Buscando en libros y por Internet pronto se hicieron una idea clara de las amenazas que soporta el gorrión y, en general, todas las aves.
—No sé vosotros qué pensáis, pero creo que debemos ayudar a los pájaros, porque los humanos los estamos perjudicando mucho —opinó ÁLEX .
Como los demás estaban de acuerdo, en un pispás decidieron que construirían comederos y casetas para aves, también, bebederos porque en Almería hace mucho calor.


Las clases eran muy entretenidas porque habían instalado un comedero en la ventana y, a menudo, aterrizaba una pandilla de gorriones alborotadores y entre chiu, chiu y chiu, chiu se zampaban el alpiste y las pipas y, luego, se marchaban otra vez. Alegraban la vista un montón. Los chicos continuaban, después, con su tarea y muy pronto terminaron de montar los nidales y los comederos.
El viernes por la tarde, salieron con Cristina para colgarlos. Primero, instalaron unos cuantos en el patio de su colegio; a continuación, por los parques de Roquetas y, finalmente, en los jardines de las casas si los dueños lo permitían. Fue un gran trabajo. 

Ahora, los agentes especiales también entendían de gorriones y, cuando salían a la calle, se habían acostumbrado a fijarse en cualquier ser alado. Y fue así como, por casualidad, IVÁN y JULIO descubrieron que colirrojos y gorriones anidaban en las grietas y bajo las tejas de un edificio en ruinas. Veían entrar a los padres con gusanitos en el pico y salir al instante. Seguro que allí dentro tenían pollitos.  

Gorrión con hierbas para acondicionar el nido
  
Una mañana, camino del colegio, JULIO vio que una brigada de operarios estaba cercando aquel edificio y que una excavadora y un martillo demoledor estaban preparados para derribarlo. El niño se acercó a un hombre que estaba dando órdenes a los demás y le dijo:
—Perdone, señor, ¿van a tirar esa casa?
—Sí, chaval. El Ayuntamiento construirá un polideportivo en este solar.  Vete de aquí que es peligroso.
—Hay nidos de gorriones. ¿No pueden esperar unos días hasta que abandonen el nido?
—Mira, nene, déjate de pájaros y márchate inmediatamente.
JULIO entendió enseguida que aquel hombretón no le haría ningún caso, así que corrió todo lo rápido que pudo hasta el colegio y entró en clase como un torbellino, la cara colorada y casi sin poder respirar.
—Amigos, tenemos una emergencia: van a tirar la casa donde viven los gorriones y los colirrojos. ¡Y todavía hay pollitos que no sabe volar! —exclamó JULIO nerviosísimo.

Al instante se armó un revuelo formidable. No podían consentir que derribaran aquellas ruinas con los pollos dentro.
—Coged las chaquetas que nos vamos —les ordenó Cristina—. Le haremos una visita al alcalde.
— ¡Comando Lobo en acción! ¡Aúúú! —aullaron todos los agentes especiales y, sin entretenerse ni un segundo más, emprendieron el camino hacia el Ayuntamiento de Roquetas de Mar.
—Buenos días, somos el Comando Lobo del colegio «La Romanilla». ¿Sería tan amable de decirle al señor alcalde que queremos hablar con él, por favor? —solicitó ALBERTO con mucha educación como le había enseñado Cristina.
—El alcalde está ocupado. Os daré hora para la semana que viene.
—No, no. Ha de ser ahora mismo. Es una urgencia. Van a derribar una casa y hay alguien dentro —Se apresuró a explicar CÉSAR.
— ¡Madre mía! Entonces pasad, pasad, enseguida —dijo la secretaria al tiempo que les abría la puerta del despacho—. Gabriel, lo de estos chicos no puede esperar: dicen que hay alguien en la casona que van a demoler en los terrenos del polideportivo nuevo.
— ¿Cómo que hay alguien dentro?, si está en ruinas… —Se extrañó el buen hombre.



     —Verá, señor, muchos gorriones y colirrojos y golondrinas y aviones han construido sus nidos en esa casa abandonada —explicó LAURA.
— ¿Cómo? ¿Me estáis hablando de pájaros? Creía que había personas.
—No, nadie ha dicho que fueran personas —aclaró NORA.
Gabriel, el alcalde, no sabía si enfadarse o reírse con el desparpajo de aquellos niños.
—Compréndalo: si la destruyen morirán todos los pollos que todavía no vuelan —dijo SOFÍA.
—Usted sabe que los pájaros son importantes porque se comen los mosquitos y, aquí, tenemos invasión de mosquitos cada verano —insistió AMIR en tono convincente.
—También, se alimentan de otros insectos malos para los cultivos y, aquí, hay cantidad de  invernaderos y no queremos plagas, ¿verdad? —remarcó JASSMIN.
—Y, además, cada vez hay menos gorriones y si matamos a sus pollitos… —SUSANA  dejó la frase sin terminar porque no hacía falta, todos lo entendían.

Un nido entre las tejas
—Vale, vale…, ya veo que me tenéis rodeado. Me rindo —dijo Gabriel sonriendo.
—Total solo tendrían que esperar quince días —calculó IKER. No es mucho. Luego los polluelos habrán abandonado el nido y nadie saldrá perjudicado.
—De acuerdo —Aceptó Gabriel y llamó a la secretaria— Marina, llama a Pepe y dile que valle el terreno y que la demolición la dejaremos para final de mes.
—Muchas gracias —dijo ELENA sonriendo agradecida.
—De nada. Hasta pronto.
Los chicos se miraban y cuchicheaban algo discretamente entre ellos, se notaba que todavía les quedaba algo por decir. AURORA miró a  Cristina como pidiéndole permiso, y esta, al alcalde.
—A ver… ¿qué se os ha quedado en el tintero?
—Ya que es tan majo y protege a los pájaros, ¿por qué no pone nidales en el Ayuntamiento, en el polideportivo nuevo y en todos los edificios y jardines?  —le sugirió ISABELLA.
— Y pegatinas o vinilos adhesivos en las cristaleras para que las vean y no choquen contra ellas — añadió TAREK.

En esta ventana se refleja el paisaje y los pájaros chocan contra el cristal

Poner pegatinas o vinilos adhesivos hace visible el cristal
—Yo creo que Roquetas sería más bonita si tuviera muchas aves —comentó DAVID.
—Vosotros no os rendís nunca, ¿verdad? —preguntó divertido Gabriel—. No me parece mala idea. Se lo comentaré al consejero de obras y urbanismo para que lo tenga en cuenta en todas las construcciones municipales.
Volvieron a darle las gracias y se marcharon tan contentos. De regreso al colegio, pasaron por delante de la casona en ruinas. Aún estaba en pie, los operarios se habían marchado y se había recuperado la tranquilidad. Gorriones, colirrojos, golondrinas, aviones y vencejos entraban y salían de sus nidos muy atareados alimentando a sus pollitos. 


—Traeremos comederos y los colgaremos del vallado. Los pollitos solo se alimentan de insectos, pero el alpiste y las pipas les vendrán bien a los padres —Pensó ERICK.
—Es una idea estupenda. ¡Misión gorrión cumplida! Y, ahora, ¿qué os parece si nos vamos a jugar a la playa? —propuso Cristina.
Tocaba divertirse un rato y se acercaron al mar, pero…
—Oye, gaviota, ¿tienes algún problema? —le preguntaba DALILA a una gaviota que andaba por la orilla del agua.
—Deja a la gaviota. No le busques los tres pies a la gaviota… que ya me veo en una próxima misión gaviota —Pensó para sí misma CRISTINA.
¡Hay que ver cómo son estos agentes especiales! Me pregunto cuál será la siguiente misión, y vosotros, ¿lo adivináis?





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