Este relato da pie a explicar
qué es la UME (Unidad Militar de Emergencias), qué medidas de protección
adoptar ante inundaciones, incendios y terremotos, cómo evitar incendios y
cuáles son las consecuencias.
He incluido un rescate de
nutrias basado en hechos reales. Aunque la nutria adulta ha quedado ciega y la
pequeña ha muerto, en este relato, el Comando Lobo conseguirá salvarlas. Al
final, de la entrada encontraréis los enlaces a los blogs en los que se explican
las historias verdaderas.
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Cuenta la mitología griega que
Zeus, el más poderoso de los dioses, solía lanzar rayos cuando se enfadaba,
pero la tormenta de aquella noche había sido tan tremenda que más parecía que se
le hubiera volcado la caja donde guardaba los temporales y hubieran caído sobre
la tierra: relámpagos, truenos, centellas y agua y más agua.
Al amanecer, la tormenta se
había marchado furiosa hacia el sur y Soria se despertaba soleada, limpita y
brillante después de la lluvia. Todos los pájaros de la ribera del Duero daban
los buenos días con sus trinos más alegres. El martín pescador y el mirlo
acuático se zambullían como flechas en el agua y, al instante, emergían con un
pez en el pico.
Mamá nutria estaba muy contenta,
había salido de la madriguera con sus pequeños para que nadaran un rato en el
río. Allí, jugaban, se sumergían, perseguían pececillos y se reían con su
risita de nutria. Mamá los colocaba sobre su tripa y los paseaba como si fuera
una barca hasta que llegaba papá con un desayuno de cangrejos americanos. Era
una familia feliz.
En cambio, ahora, el chaparrón
había llegado a Roquetas y llovía sin parar. Desde sierra Nevada bajaban
grandes torrenteras de agua que corrían desbordadas como si tuvieran mucha prisa
por encontrarse con su amigo el mar y darse un gran abrazo de olas y espuma.
Con las calles convertidas en
ríos y las casas inundadas, los bomberos tenían una inmensa tarea achicando
agua y rescatando a conductores atrapados en los coches. La policía había
entrado en el colegio «La Romanilla» para comprobar que todos estaban bien y
decirles que permanecieran allí. El ruido de un helicóptero volando bajo llamó
la atención de los alumnos y se asomaron corriendo a la ventana.
— ¡Hala, qué chulo! ¿Dónde va?
—preguntó LAIA.
—Es un helicóptero del ejército.
Seguramente, hay una operación de salvamento en alta mar. Serán de la UME.
—Y esos, ¿quiénes son? —quiso
saber ÁLEX.
—La UME es la Unidad Militar de
Emergencias —explicó SUSANA—. Son los soldados expertos en salvamento, extinción de
incendios, terremotos, inundaciones...
—Son agentes especiales, sí;
pero vosotros, de protección de la naturaleza; y ellos, de rescate en situaciones
complicadas de desastre/catástrofe —les aclaró Cristina.
— ¡Ah! Pues a mí también me
interesa el rescate porque cuando hay una inundación ¿qué pasa con los
animales? —La pregunta de LAURA había dejado a sus compañeros muy pensativos.
—Podríamos ir al cuartel general
de la UME para hablar con esos soldados y que nos expliquen cómo son sus
misiones —propuso AURORA como quien no quiere la cosa.
—Me parece bien. Mandaremos una
carta y veremos qué nos contestan —aceptó Cristina.
Decididos como son estos chicos
se sentaron en corro y escribieron una carta explicando que eran los Agentes
del Comando Lobo para la Protección de la Naturaleza y el porqué tenían tanto
interés en visitarlos.
—Señorita, ¿puedes corregir la
ortografía, por favor? — pidió IVÁN a la maestra—. Es que un escrito con faltas
queda muy mal, y seguro que no nos hacen caso.
Tras revisarla, Cristina la envió
a Madrid. Los niños preguntaban cada día en secretaría si había llegado una
carta de la UME para ellos; pero nada, pasaban las semanas sin que recibieran
la contestación. Cuando ya casi se habían olvidado, una mañana, entró el
cartero preguntando si aquella era la dirección del Comando Lobo.
—Sí, sí, es aquí —contestó
rápidamente JAZZMIN que casualmente había ido a buscar folios a secretaría —.
Yo soy del Comando Lobo.
—Muy bien, chiquita, ¿puedes
demostrarlo con algún documento?
—Pues claro—afirmó JAZZMIN mientras
sacaba del bolsillo su carnet de Agente Especial—. Mire la foto, esta soy yo, ¿no?
¿Y ve como aquí pone «Comando Lobo»?
— ¡Anda, es verdad! Estupendo.
Pues firma en este recuadro —dijo señalando el lugar—, y aquí tienes la carta.
—Gracias, señor cartero. Me voy.
Tengo prisa. —Y salió disparada en dirección a su aula—. ¡Ya ha llegado la
carta! ¿Os lo podéis creer?
Cristina pidió a JULIO que la
leyera en voz alta. Con las manos temblorosas por la emoción rasgó el sobre y sacó
la hoja.
—Seño, aquí hay unas palabras
raras que yo no sé qué significan: simu… ¿si-mu-la-cro?
—Déjame ver —dijo Cristina—. Al
parecer no quieren que vayáis de visita —las caras de los niños se
ensombrecieron—, ¡el Jefe de la UME solicita vuestros servicios como Agentes
Especiales! ¡Vais a participar en un simulacro de terremoto! —Los chicos la
miraban desconcertados sin comprender—. Un simulacro es como un teatro. Harán
una representación de un terremoto y os rescatarán. ¿Qué os parece?
—Creo que ya lo entiendo: son
unas prácticas, ¿no? —dijo ISABELLA.
—Eso mismo, pero con personas de
verdad.
— ¡Yo me apunto el primero!
—gritó ALBERTO desde el fondo de la clase. Y con él, se apuntaron todos los
demás. Nadie quería perderse una experiencia tan interesante.
Dos semanas después, llegaban a
la base de militar de Zaragoza. Un soldado les acompañó al Centro de Mando
donde les esperaba el jefe de la UME. Era un hombre de mediana estatura con el
pelo entrecano, bigote bien cuidado y mirada de halcón. Los soldados que se
cruzaban con él se cuadraban y lo saludaban con mucho respeto. Al ver entrar a
los niños, se dirigió a ellos con paso firme.
— ¡Bienvenidos, chavales! Me
alegro de conoceros —saludó con una amplia sonrisa—. Soy el teniente general
Miguel Alcañiz, pero vosotros podéis llamarme Miguel —añadió en tono amable
guiñándoles un ojo en señal de amistad.
Los niños se habían quedado
mudos y observaban atentos la bulliciosa actividad del Centro de Mando: se
contaban más de veinte ordenadores y militares trabajando frente a ellos consultando
mapas y datos que aparecían, a cada instante, en unas grandes pantallas que cubrían
la pared.
Teniente general Miguel Alcañiz |
—Venid conmigo. Os enseñaré la
base. —Los distintos cuerpos que iban a participar en el simulacro se estaban
preparando, y Miguel les fue explicando qué brigadas eran y cuál era su
cometido—. Prestadme atención, chicos. En estas prácticas estamos imaginando
que se produce un terremoto y debemos salvar a los ciudadanos. Supongamos que unos
niños se han quedado atrapados en la escuela, vuestra misión es actuar como los
alumnos de ese colegio; y la nuestra, rescataros.
Sabéis qué hacer en caso de
terremoto, ¿verdad? Como vosotros sois Agentes Especiales esperamos que ayudéis
a los demás niños del colegio. Les enseñaréis a ponerse a salvo y a
tranquilizarse, ¿de acuerdo?
— ¿Una chica puede llevar un
helicóptero? —preguntó SOFÍA con los ojos muy abiertos ante la sorpresa.
—Pues claro, ¿por qué no? Si
tiene los conocimientos técnicos, puede pilotar un avión, un helicóptero, un
tanque o lo que se proponga.
—A mí, me gustaría ser piloto.
¿Qué tengo que estudiar, Eva? —le consultó ELENA.
—Matemáticas, Física, Inglés, Ingeniería Aeronáutica… materias de ese tipo.
— ¿Mates? Y yo que pensaba que
eso no servía para casi nada —murmuró IKER.
— Las Mates están por todas
partes, y el Inglés, la Física, la Informática… Imagina que en un rescate
quieres echar un cable desde una torre de 20 metros de altura hasta un camión
que está en la calle a 30 metros. ¿Cómo sabrás cuántos metros de cable
necesitas si no puedes medir la distancia? —IKER levantó los hombros como
diciendo: «Ni idea».
Es fácil si sabes matemáticas. Se
puede calcular con una fórmula que descubrió hace muchísimos años un griego
llamado Pitágoras. Necesitaríamos treinta y seis metros de cable.
— ¡Qué chulo…! Ahora que veo
para qué sirven, me caen mejor las mates —admitió IKER.
—Vámonos, chicos. Es la hora. No
podemos llegar tarde al terremoto, ¿qué pensaría de nosotros? —dijo Eva muy
seria; luego, se echo a reír.
Subieron a un helicóptero militar con
capacidad para los veintiséis alumnos y la maestra. Eva arrancó el motor, las
hélices empezaron a rotar, el ruido ensordecedor hizo que los niños se taparan
los oídos con las manos. Al notar que dejaban el suelo en el despegue, se
miraban unos a otros excitados, con los ojos entornados como si así
amortiguaran el estruendo, los dientes apretados, los puños cerrados, pero
sonriendo por la emoción.
— ¡Qué cosquillitas en el
estómago! —gritó DALILA riendo.
— ¡Qué pequeñajos se han quedado
todos ahí abajo! Parecen hormigas —chilló VÍCTOR.
Diez minutos después,
aterrizaron en el patio de un colegio. Rápidamente, saltaron del helicóptero y
corrieron hasta el edificio. El director les llevó hasta un aula donde había
otros niños.
—Estos son los Agentes
Especiales del Comando Lobo. Prestad atención porque os explicarán qué debéis
hacer en caso de terremoto.
—Hola, amigos —saludó BLANCA—. Hoy escucharemos una sirena en lugar de un
terremoto de los de verdad, pero si lo hubiera, notaríamos que tiembla el suelo
y las cosas se mueven
—Entonces, debemos alejarnos de
ventanas, muebles y lámparas porque pueden romperse y caer sobre nosotros —añadió
JAIME—. Lo mejor es esconderse debajo de una mesa.
—No intentéis salir corriendo en
ese momento ni cojáis el ascensor por si se queda parado y no podéis salir —les
aconsejó CÉSAR.
En ese instante, el silbido de una
potente sirena los sobresaltó. Los niños se levantaron bruscamente de las
sillas haciéndolas caer con gran estrépito y empezaron a chillar.
— ¡Todo el mundo lejos de las
ventanas y debajo de los pupitres! ¡Protegeos la cabeza con los brazos! —ordenó
SUSI.
—Calma, calma —los tranquilizaba
TAREK—. Es mejor no gritar. Eso os pondrá más nerviosos. Si hay polvo, os
picará un montón la garganta y no os dejará respirar.
Foto: Simulacro de terremoto |
— ¡Atención, amigos! —dijo DAVID
cuando calló la sirena—. Si el cole estuviera destruido y nos hubiéramos
quedado atrapados, tendríamos que gritar o dar golpes con algo para que las
personas de fuera puedan oírnos.
A ratos llamaban pidiendo
socorro, a ratos hacían ruido, luego escuchaban. Como el tiempo pasaba sin que
nadie les contestara, dos niños de tercero de primaria empezaron a gimotear.
—No lloréis, es normal tener
miedo —les tranquilizaba NORA—. Ya veréis: en cualquier momento, llegan los
equipos de rescate con sus perros y nos sacan de aquí.
Casi al instante, se escucharon
unos golpes desde el exterior. Los chicos gritaron y golpearon con todas sus
fuerzas. De repente, un pastor alemán entró como un rayo en la clase, los olió
moviendo la cola tan contento y empezó a ladrar.
— ¡Buen perrito!
Nos has encontrado —Lo felicitó AMIR abrazándolo.
Enseguida aparecieron los
soldados de la UME.
— ¿Estáis bien, muchachos? —Los
niños asintieron con la cabeza—. Vamos a bajar por la escalera despacito y sin
encender las luces que es peligroso. ¡Ánimo, valientes!
Nada más llegar al patio, otra
vez, sonó el pitido de la sirena.
— ¡Es una réplica (un nuevo
terremoto)! —los advirtió Cristina—. ¡Chicos, alejaos de edificios, árboles,
muros y postes de la electricidad! Nos quedaremos aquí, en el centro del patio.
La sirena del terremoto calló al
cabo de poco; en cambió, se escuchaban sirenas de ambulancias, coches de
bomberos y de policía; también, ruidos de excavadoras y de helicópteros.
Foto: El comercio |
Muchísimas personas participaban
en el rescate: bomberos apagando fuegos, médicos y enfermeras atendiendo a los
heridos, policías organizando el tráfico de vehículos y materiales, voluntarios
de protección civil repartiendo comida y mantas, vecinos y soldados buscando a
gente atrapada…
Los niños observaban con interés
tanta actividad, mientras el soldado les explicaba qué hacía cada brigada,
hasta que llegó Eva con su helicóptero para trasladarlos a un lugar seguro.
— ¡Subid! —les ordenó Eva— Aquí,
Golondrina. ¿Me recibe Centro de Mando? Recogido grupo de escolares. Procedo a evacuarlos a la
base de Zaragoza.
—Aquí, Centro de Mando. Aborte
evacuación. Se ha producido un incendio en Soria y necesitamos que haga un reconocimiento
rápido.
—Aquí, Golondrina. Recibido. —Eva
cortó la comunicación y cambió el rumbo—. Atención, Comando Lobo. Nos dirigimos
a Soria en una misión urgente. No es un simulacro. Repito: no es un simulacro. Sobrevolaremos
un incendio para informar de la extensión y situación del fuego.
— ¡Anda, una misión de verdad! —exclamó
JULIA ilusionada ante una nueva aventura.
Inmediatamente, los Agentes
Especiales se habían puesto en tensión y miraban por las ventanillas atentos a
cualquier indicio de fuego.
— ¡Allí! ¡Allí hay humo, Eva! —CAROLINA fue la primera en divisar el fuego.
Grandes llamaradas quemaban las
choperas y los cañaverales que bordeaban las orillas del río Duero y se
extendían con rapidez por las colinas cercanas. Desde el aire veían a los
corzos y a las cabras huir en estampida. Bandadas de aves abandonaban sus nidos
dejando en ellos a los pollitos.
— ¿Y qué pasa con los animales
que no pueden volar o correr más rápido que el fuego? —preguntó ÁLEX con el
ceño fruncido.
—Se morirán quemados o
asfixiados por el humo—se lamentó SUSANA con amargura.
Eva ya había informado por radio
sobre la evolución del incendio y se disponía a trasladar a los niños a
Zaragoza.
—Eva, por nosotros no os
preocupéis. Preferimos quedarnos en Soria. ¿No es mejor que nuestro helicóptero
también eche agua mientras sea de día? —propuso ERICK con cara de súplica.
Cuando el Centro de Mando les
dio la autorización, se fueron al embalse de la Cuerda del Pozo y llenaron el
helibalde (depósito) de agua sobrevolando la superficie azul verdosa.
—Este pantano rodeado de playas
y pinares parece un lago. No entiendo que haya gente capaz de destruir esta
naturaleza tan bonita —suspiró LAURA con tristeza.
Hasta el anochecer habían
descargado seis depósitos de agua y, entre todos, habían apagado el fuego. Sin
embargo, por la emisora de radio llegó una nueva petición de auxilio de lo más
inusual.
—Atención: vecinos del barrio
«Los Pajaritos» han visto una nutria en el aparcamiento. ¿Alguien en la zona
puede echar un vistazo? La nutria es un animal protegido.
—Esta es una misión para el
Comando Lobo —exclamó IVÁN sin pensarlo dos veces—. ¡Por favor, Eva, llévanos
enseguida!
—Aquí, Golondrina a Centro de Mando.
Estamos aterrizando en el Estadio de Fútbol «Los Pajaritos». Exploraremos la
zona a pie.
Por las redes sociales se había
extendido la noticia del avistamiento de la nutria, y también había otras
personas buscándola. El Seprona y la Policía Local recorrieron las zonas
quemadas y el Comando Lobo acompañó a unos naturalistas que se llamaban Manuel
y Laura hasta unos jardines cercanos.
Los agentes especiales se
desplegaron y quiso la suerte que encontraran al animalito.
—¡¡La nutria!! —exclamó AURORA
—. La he visto correr cerca del sauce llorón.
—Ya sabéis: hay que rodearla
poco a poco —susurró JULIO para que no lo oyera.
—Sí, y luego la invitamos a
trucha para convencerla de que se deje coger, ¿no? —bromeó ISABELLA.
Capturarla no iba a resultar
sencillo porque la nutria estaba muy asustada y bufaba y enseñaba sus dientes
amenazándolos. Suerte que Manuel era de lo más valiente y se lanzó sobre la
nutria como un tigre sobre su presa y la envolvió con una chaqueta rápidamente.
Después, con mucha dificultad, la metieron en un transportín.
—Tiene una herida en la cabeza.
¿Qué harás con la nutria, Manuel? —quiso saber ALBERTO.
—Pues pensaba entregarla al SEPRONA,
lo malo es que en Soria no tienen servicio de recuperación. Hasta mañana no la
llevarán al Centro de Recuperación de Burgos
— ¡Mañana puede estar muerta! Es
una vergüenza que no haya ni siquiera un veterinario de urgencias —se quejó SOFÍA
levantando las manos al cielo para expresar lo increíble que le resultaba.
—Tienes razón. Mejor nos
quedamos con ella hasta mañana. Intentaré que un veterinario amigo mío la cure
—dijo Manuel sacando su móvil—. Avisa, también, a Valentín y a David para que la
fotografíen —le dijo a Laura.
—Nosotros te acompañamos, ¿vale?
—le suplicaron IKER y ELENA.
Y todos juntos se acercaron
hasta la clínica de su amigo José Luis. Aunque la nutria estaba muy enfadada y
mordió a Manuel dos veces, consiguieron anestesiarla para curarla.
— ¿Sabéis que se ve en la
radiografía? Es para echarse a llorar de la rabia. Le han disparado y tiene
nueve perdigones en la cabeza, uno en el ojo.
—Pobrecita nutria… —se
compadeció DALILA con un nudo en la garganta.
— ¿Es una chica verdad? —preguntó
VÍCTOR.
—Sí, es una hembra y tendría
cachorros porque es época de cría —respondió Manuel.
—Pues deberíamos buscarlos o se
morirán sin su madre —dijo BLANCA preocupada.
—Es de noche y, además, se ha
quemado toda la ribera; será muy difícil encontrarlos —concluyó CÉSAR apesadumbrado.
—Quizá no tanto, yo ya había
fotografiado a esta nutria. La reconozco por la herida en la cabeza. José, Flori y
Lourdes suelen observar la fauna del Duero y descubrieron su cubil por casualidad
—explicó Valentín a Manuel—. Podemos preguntarles si nos acompañan, aunque a
estas horas de la madrugada…
Tardaron unos minutos en
contestar al teléfono, pero a los niños les parecieron los minutos más largos
de su vida. Aunque Flori estaba medio dormida, al escuchar lo que le había
sucedido a la nutria, saltó de la cama como si tuviera un cactus dentro, y en
nada, estaba a orillas del río buscando a las pequeñas nutrias con su hija, Lourdes, y todos los demás.
Caminar resultaba muy complicado,
el incendio había abrasado todas las plantas y a muchos animales. El olor a
ceniza y a muerte daba una angustia horrible. Los chicos se pusieron un pañuelo
en la boca y se desplegaron con José y Cristina para registrar la zona que les habían
indicado Flori y Lourdes. La luz de las linternas era escasa y tardaron
bastante en encontrar a una de las crías.
—Tiene quemadas las vibrisas (bigotitos),
las almohadillas de las patitas y la nariz—explicó SUSI con la pequeña nutria
en brazos.
—Debe de dolerle un montón
—dedujo AMIR con lágrimas de pena en los ojos.
—Está muy fría. Me quitaré el
jersey para abrigarla. —Decidió TAREK.
—Espera, yo tengo una toalla en
el coche. Voy a por ella —dijo Flori.
Mientras, Lourdes y los niños
acariciaban a la pequeña nutria para darle calorcito y ánimos. Respiraba con
mucha dificultad.
—No te asustes de nosotros. Ahora,
te llevaremos con tu mamá —la consoló DAVID.
Flori la envolvió en una toalla,
sin embargo, no sabía muy bien qué más hacer con ella. Entonces, se acordó de
que conocía a Silvia, una veterinaria especialista en fauna salvaje, y la
telefoneó para pedirle consejo. Con la ayuda de Silvia y José Luis prestaron
los primeros auxilios a la nutria bebé y la dejaron junto a su madre.
El sol empezaba a asomar por
detrás del Moncayo. Sin darse cuenta habían pasado la noche entera en
operaciones de rescate. Se fueron todos juntos a desayunar a una de las tiendas
de campaña que la UME había montado en «Los Pajaritos».
— ¿Alguien sabe cómo ha empezado
el incendio? —quiso saber NORA.
—Sí, quemando carrizales —dijo
Miguel Alcañiz que andaba, también, por allí tomando un café—. El padre
incendiaba y el hijo disparaba a todo lo que salía huyendo.
— ¡¿Es que no saben que entre
los carrizos, las espadañas, los juncos y las cañas anidan muchos pajaritos y
tienen su madriguera algunos animales como las nutrias?! —exclamó la mar de
enfadada JULIA.
—Claro que lo saben, pero les da
igual. A estos individuos solo les importa divertirse.
— ¿Qué pensaría ese chico tan
gamberro si le pegaran un tiro a su madre? ¿Le divertiría que incendiaran su
casa? ¿Le gustaría morir quemado? —preguntó CAROLINA desafiante—. ¡Pues a las
nutrias tampoco les gusta!
—La bromita les va a salir cara.
De momento, están en prisión —explicó Miguel.
—¡Ya!, pero las arboledas están
quemadas y tardarán muchísimos años en volver a crecer y costará una barbaridad
que vuelvan los animales si no hay donde vivir ni nada que comer —se lamentó JAIME.
—Tengo una idea: podríamos venir
con Antonio, que es un «médico de los árboles», y los ingenieros de montes de Soria y ayudar a repoblar toda la
ribera —sugirió CAROLINA.
—Es una idea estupenda —Admitió
Cristina.
—Y que traigan también a los dos
pirómanos para que vean el desastre que han hecho y que trabajen hasta que las
plantas vuelvan a estar como antes —dijo JAZZMIN muy seria.
—Y si no trabajan, ¡los tiramos
al río y en paz! —añadió JULIA.
—No, al río, no. En Soria, se
tiran a la laguna Negra que es un lago muy frío y profundo y de allí no sale
nadie —comentó Manuel medio en broma.
— ¿De verdad? —preguntó ÁLEX sin
acabar de creérselo.
— ¡Qué va! Es una laguna
preciosa de alta montaña, lo que pasa es que tiene sus leyendas… Aunque ahora necesitamos
dormir, esta tarde, me gustaría llevaros a la laguna Negra para que tengáis un
recuerdo bonito de Soria —les propuso Manuel—. ¿Qué os parece?
Laguna Negra - Soria |
Manuel miró a los niños; los niños, a Cristina; Cristina, a Eva; Eva al teniente general.
— ¡No me miréis todos así!
Parece que me estéis encañonando… —Se echó a reír Miguel—. Está bien. Eva ha
cubierto las horas de vuelo y es necesario que descanse. Si el fuego no se
reaviva, podéis subir a la laguna por la tarde. Ahora, a dormir. ¡Es una orden!
— ¡Sí, señor! —contestaron todos
a una entre risas y se fueron corriendo a la tienda de descanso. A las cuatro de la
tarde, el Comando Lobo sobrevolaba «Pinar Grande» en dirección a la laguna
Negra.
—Esa mancha verde es el bosque
más grande de Europa —les señalaba Manuel desde el helicóptero—, y ese río, el
Duero. Todavía es pequeño porque ha nacido en aquellas cumbres nevadas que se
llaman picos de Urbión. Y ahí está el embalse de La Cuerda del Pozo.
—Desde luego, Soria es un
paraíso para las nutrias —pensó en voz alta LAIA.
—Esperemos que Duerita y
Numancia —así habían llamado a las nutrias—, puedan volver pronto al Duero
—deseó AURORA, y su deseo era el de todos.
Y volvieron; pero las liberaron
en la parte alta del río, lejos de las personas.
Duerita y Numancia |
©
Reservados todos los derechos.
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La verdadera historia de Duerita, la nutria tiroteada a orillas del Duero en Soria.
A finales de julio de 2017, Duerita se escapó del Centro de Recuperación de Animales Salvajes de Los Guindales en Burgos. Unos días después la encontraron viviendo tan feliz en un río cercano.
La verdadera historia de las crías de nutria quemadas en las espadañas del Duero en Zamora.
Quiero agradecer los esfuerzos realizados para salvar a las nutrias a: Manuel Meijide, Laura, José Luis Serrano (Clínica Veterinaria), Valentín y David Guisande, Flori Pérez, Lourdes Hernández, José Barrueso, Silvia Martín (veterinaria del Centro del Lobo de Robledo), SEPRONA, Policía Local y a los vecinos que informaron sobre su paradero a través de las redes sociales.
Agradezco también la labor de cuantas personas participan en tareas de rescate: UME, Cuerpo de Bomberos, BRIF, Protección Civil, Cuerpos de Seguridad, Cruz Roja y tantos otros.
Algunas de las fotografías proceden de la página de la Unidad Militar de Emergencias.
Me encanta como lo has abordado, por un momento, volví a ser la peque que rescataba animalillos en apuros, involucrando siempre a mis dos hermanos pequeños, y lo emocionante que es trabajar en equipo, detener el avance de un fuego que amenaza toda vida, coordinar tus movimientos con los pájaros de alas, giratorias, cuando descarga su bendita agua, tras el pitido de un aviso, en medio de tanta calor, hay peligro si y también es agotador, pero cuando evitas que avance algo tan peligroso y devastador, te sientes tan bien.......... Gracias Milano, te felicito, un abrazote grande.
ResponderEliminarMuchas gracias, Laura. He sonreído al leer tu comentario porque yo también era de esas que andaba por ahí salvando todo lo que se cruzaba en mi camino, luego llegaba a casa con mi nueva adquisición y la cara de mis padres era un poema... jajajaja, pero tal como dices: ¡te sientes tan bien!
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